César Figueroa

La Cruz del Rey

En la zona montañosa de los álamos-así le decíamos en el pueblo por los álamos jalonados al costado de la ruta principal -había al pie del monte Iñigo una cantera de mármol y en el cerro contiguo un túnel de ferrocarril. En otro tiempo era atravesado por los trenes de carga de la mina.  Pero ahora la mina estaba deshabitada y el paraje desolado.
El profesor de Teatro nos había encargado hacer un video ficcional como última tarea práctica de la materia y me pareció que la cantera de mármol era el escenario ideal. Solo restaba inventar una historia. Lo comenté a mis compañeros Julio y Marcos y se mostraron muy entusiasmados.
Nos pusimos a trabajar de inmediato y luego de comparar y descartar historias Julio nos sorprendió con una que resultó ser muy original: -Ya sé- afirmó- se trata de tres muchachos que fundan una sociedad secreta de investigación de fenómenos paranormales y uno de los socios conculca la regla más importante: no comunicar resultados de investigaciones sin acordarlo con los demás socios…
-¿Y luego?- preguntó ansioso Marcos-
-Bueno, luego- continuó Julio-el socio infractor se da el castigo merecido, a saber, se suicida frente a sus compañeros.
-Es un fanático, -observé -
-¿Cómo se suicida? –Interpeló Marcos-
-Sus socios lo atan con firmeza a una vía de tren-explicó Julio-
-¡Genial!- proferí-pero ¿cómo vamos a hacer pasar un tren si no hay trenes?
-Efectos de computadora- propuso Julio- no se inquieten, tengo un software excelente para fabricarlo. Se verá muy real.
Fijamos entonces la fecha para filmar nuestro video y llegado el día cargamos los materiales en un Fiat Seiscientos, el de Marcos, y partimos hacia la cantera, que dista unos siete kilómetros del pueblo. Mi hermano David nos acompañó para colaborar. Cuando llegamos al paraje leímos en la entrada del túnel  la siguiente inscripción: “La Cruz del Rey”. Julio, el gran imaginador del grupo, opinó que ese era el mejor título para el video y lo argumentó con otra historia  intercalada en la primera: el personaje de  Marcos, en una vida pasada, había sido un rey que enamoró a una de las doncellas de su mujer, la reina; y la pobre niña, herida de amor y dolida por no querer hacer daño a su señora, a la cual profesaba gran cariño, prefirió darse la muerte. Pagó a unos pajes para que la amarrasen con cadenas en el suelo, a la entrada del palacio, en noche cerrada, pues sabía que esa noche venía el hermano de la reina con todo su séquito en coches  tirados por caballos, y debido a la niebla el auriga no podría verla. Así fue, los cascos de los caballos y las pesadas ruedas terminaron con su vida sin que ella prorrumpiera el menor quejido. Ahora, el espíritu de aquel  rey timador estaba en la carne del personaje de Marcos para expiar la muerte de la doncella.
Le pedimos a David que fuera el “camera operator” mientras nosotros representábamos nuestros personajes. David comenzó a filmar y nosotros atamos con cuerdas las manos y los pies de Marcos a los rieles de la vía, justo a la altura de la entrada del túnel. Él actuaba muy bien: gemía, se arrepentía de su error y  nosotros lo consolábamos prometiéndole una vida futura llena de felicidad, mitigábamos su dolor explicándole que entraría en un estado de mayor libertad, que era necesario resarcirse.
Dejamos de hablar y levantamos la vista hacia el cielo. El sol brillaba espléndido con independencia del viento frío y no se escuchaba el más leve gorjeo de ave. Pero sí se oyó la bocina de un tren, ruido espantoso que rompió la calma y que nos heló la sangre.
-Dijiste que ya no salían trenes de aquí- gritó Marcos-
-Tranquilo- dije- por aquí no pasa un tren desde hace veinte años, la mina está desierta. Debe ser la bocina de un camión allá en la ruta.-
Cuál no sería nuestra sorpresa cuando vimos aparecer detrás del monte Iñigo un tren que venía hacia nosotros. Marcos se quedó tieso y con los ojos en blanco, sus pantalones se mojaron.
-¡Mierda! – zumbó Julio- es una convulsión, ¡rápido, desatale las manos, yo le desato los pies!
Pero el tren ya estaba encima y pasó a pesar de los gritos y ademanes. Después del  último vagón se acercó David con la cámara levantada y con una mueca crispada y grotesca:
-Ya está- dijo- todo se grabó a la perfección.-

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of César Figueroa.
Published on e-Stories.org on 10/19/2015.

 
 

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