Jona Umaes

Gambito de Dama

―¿Qué tal te va con Juan? –dijo Julia.

―Súper bien. Es tan atento. Siempre está pendiente de mí. La verdad es que no termino de creer que pueda haber hombre así.

―¿Y por qué no? Quizás hayas encontrado tu media naranja.

―No sé. He estado pensando y quiero ponerlo a prueba. Entonces estaré totalmente segura.

―¿Ponerlo a prueba? Eso es arriesgado.

―Sí. Lo sé. Y he pensado en ti.

―¿En mí?

―Sí. ¿Quién mejor? Tú llamas mucho la atención. Eres atractiva y no hay hombre que no se fije en ti.

―Estás loca Yoli.

―Eres mi mejor amiga. Confío en ti.

 

Juan conocía a Julia. Era una más del grupo de amistades de Yoli. Un día recibió un mensaje suyo.

“Hola Juan. ¿Qué tal?”

“Hola Julia. Aquí, en el trabajo.”

“Verás, aún queda tiempo, pero ya estoy pensando en el regalo de cumpleaños de Yoli. Tengo en mente un libro electrónico, pero yo no entiendo nada de esos cacharros. ¿Podrías ayudarme? He visto uno en el Corte Inglés, y como tú entiendes más de esas cosas, me preguntaba si podrías acompañarme y darme tu opinión.”

“Bueno, tampoco hace falta ir a la tienda. Me dices el modelo y lo miro por internet.”

“Es verdad, tienes razón. Pero prefiero ir de todas formas. Allí tendrán más modelos, y si no es ese, habrá otro. Por eso es que te lo he comentado. Así ya lo compro y me olvido del tema. Soy muy despistada, y si lo dejo, se me va a olvidar.”

“¿Cuándo tienes pensado ir?”

“Mañana por la tarde.”

“Bueno, pero no puedo entretenerme mucho.”

“No te preocupes. Será un rato pequeño. ¿Te viene bien a las cinco?”

“Ok”

“Pero no les diga nada a Yoli. ¿Te recojo a las cuatro y media? Te aviso cuando esté en tu portal.”
 

Julia llevaba un vestido ceñido. Le gustaba lucirse y que los hombres se fijaran en ella. No había necesidad de ir tan arreglada para aquel asunto, pero pensó que una buena apertura en el plan de Yoli, era fundamental para ir encauzando la estrategia.

Cuando iban en el coche, Julia le daba conversación. Era muy dicharachera y le gustaba bromear y reír. Habituada a las miradas de admiración a su belleza, notó cómo Juan observaba de reojo sus piernas esculturales, demasiado al descubierto al habérsele desplazado el vestido hacia arriba.

Cuando llegaron al comercio, fueron a la sección de electrónica en busca del ebook. A Juan no le convencía que no fuera de pantalla táctil. Los botones físicos a la larga pueden estropearse y son más incómodos. Así que continuaron viendo otros modelos.

Una vez Julia compró el ebook apropiado, y cuando se disponían a entrar en el coche, le dijo a Juan.
 

―Oye, tengo la boca seca. ¿Te apetece tomar una cerveza? Mira, ahí mismo, para no entretenernos mucho –señaló una cafetería que estaba a unos metros de distancia.

―No sé.

―Venga hombre, ¿me vas a dejar sola ahora?
 

Le agarró del brazo y se dirigieron al café sin ninguna resistencia de Juan.

Allí estuvieron como una hora. Julia hablaba y hablaba, y Juan, con el efecto de la cerveza, levantó el pie del freno. Tuvieron una conversación muy amena, entre risas y bromas.

Cuando Julia llegó a su casa, llamó a Yoli y le contó cómo había ido el asunto.
 

―¿Y cómo lo has visto? ¿Se ha comportado?

―Sí, es un chico algo reservado, pero muy formal. Me puse uno de mis vestidos preferidos, y no se le fue la cabeza como a la mayoría. Se mantuvo en su sitio.

―¿Quieres que siga?

―Sí, sí. Dale caña. Intenta embelesarle. Tú sabes hacerlo muy bien.

―Estás tentando la suerte. Por supuesto, puedes confiarme en mi. Ya lo sabes.

―Sí, lo sé.
 

Juan estaba viendo la televisión cuando sonó un mensaje en el móvil.

“Hola Juan. Quería agradecerte otra vez lo del otro día. Me lo pasé muy bien charlando contigo. Eres un encanto. Yoli tiene mucha suerte.”

“Sí, yo también pasé un rato agradable. Seguro que le gusta mucho tu regalo.”

“Eso espero. Quería pedirte otro favor. No quisiera abusar, pero es que el portátil me está dando problemas. Se ha vuelto muy lento y me desespera. ¿Podrías mirarlo, a ver qué le pasa? Yo no tengo ni idea.”

Quedaron en la misma cafetería del otro día. En esta ocasión Julia llevaba unos pantalones vaqueros ceñidos, que se adaptaban a la perfección a cada curva de su figura. También un jersey blanco de cuello alto holgado, que dejaba al descubierto su delicado cuello. Había ido a la peluquería y se había arreglado el pelo de forma que mechones largos y ondulados caían seductores sobre sus mejillas.

Juan aguantó como un campeón el primer round. Se concentró en el portátil y apenas si desvió la mirada hacia Julia, que lucía espléndida. Ella le hacía indicaciones y más de una vez se rozaron sus manos con torpeza fingida de Julia.
 

―Uff, ¡Qué calor hace ahora! Parece que han puesto la calefacción muy alta. Me voy a quitar esto.
 

Julia se quitó el jersey y dejó al descubierto una blusa satinada blanca, con escote generoso, y que dejaba al descubierto unos hombros luminosos y sedosos.

Juan no pudo eludir el gancho de izquierda, que lo dejo medio grogui. Las pupilas se le agrandaron como platos y su cuerpo subió de temperatura. Le costaba mantener la vista sobre la pantalla, porque Julia se aproximó más a él, y las curvas de sus senos comprimidos exigían atención.

Las manos de Juan se volvieron más torpes y ya no atinaba bien con la flechita del ratón. Él también notaba mucho calor ahora. Le dijo que iba a por unas cervezas como excusa, para poder separarse unos instantes de aquella oleada de seducción a que le estaba sometiendo Julia.

Terminó con el ordenador y mientras acababan las cervezas echaron un rato más de charla.

A Julia le gustaba aquel juego. Estaba en su salsa. Esa sensación de poderío que se tiene cuando controlas la situación. Pero lo que le pilló por sorpresa era que aquel chico reservado y formalito le estaba empezando a gustar. En ese momento no pensaba en su amiga, ni en el papel que estaba desempeñando. Sólo se dejaba llevar, también con la ayuda del alcohol.

Era la segunda ocasión que terminaban de cañas y pasaban un buen rato juntos. Pero Juan no fue más allá.

Julia informó a Yoli. Su chico tenía mucho aguante. Pero las circunstancias ya no era las mismas. Comenzó a pensar en Juan. No podía evitarlo. Ella, una mujer tan segura de sí, se veía ahora indefensa ante aquellos pensamientos que le sobrevenían sin control.

Aquello se le escapó de las manos. Tomó la iniciativa y a espaldas de su amiga, comenzó a hablar con Juan por mensajes. Juan estaba confuso. Él quería a Yoli, pero la tentación llamaba a su puerta, y su resistencia fue menguando. Se escribía con Julia, al principio, manteniendo las distancias, y luego ya sin control.

Llegaron a quedar varias veces. Él se lo ocultaba a su novia y aparentó que aquello no estaba ocurriendo.
 

Un día, Juan llamó a Yoli y quedaron para desayunar. Le dijo que tenía que contarle algo. Se sentaron en una mesa interior, lejos de los ventanales, donde el frío parecía traspasar los cristales con la ayuda del viento gélido.

Con los cafés humeantes sobre la mesa, y unas tostadas con tomate y aceite de testigos, Juan comenzó a hablar.
 

―¡Qué guapa estás esta mañana!

―Gracias cariño.

―Juan le tomó ambas manos y las acarició con afecto.

―Verás, quería decirte que tu amiga Julia me ha estado pidiendo ayuda con el ordenador.

―Sí, lo sé. Me lo comentó.

―Y después comenzó a mandarme mensajes. Estas últimas semanas he estado chateando con ella y hasta hemos quedado varias veces.
 

Juan hablaba con voz trémula y sequedad en la garganta. Pero pensaba que estaba haciendo lo correcto, a pesar de las posibles consecuencias.

Yoli parecía no inmutarse. Tenía pensado contarle el jueguecito que se le había ocurrido para ponerlo a prueba, pero después de aquellas palabras se lo pensó dos veces.
 

―¿Os habéis acostado?

―No. Ha sido una estupidez lo que he hecho. Yo te quiero a ti.
 

Él la miraba a los ojos francamente, sin asomo de duda en lo que decía. Al mismo tiempo que hablaba le apretó las manos con firmeza. Se levantó, le tomó con ambas manos el rostro y la besó tan dulcemente que hizo desaparecer al instante cualquier inquietud que pudiera tener Yoli.
 

Una mujer, al otro lado del cristal, observaba la escena. Abrigada hasta las cejas con una bufanda, el viento enmarañaba su cabello. Su corazón se contrajo y la desazón provocó que su rostro se humedeciera cuando retiró la vista y se alejaba calle abajo.

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Nota del autor:

“Gambito de Dama” es una apertura utilizada en ajedrez que consiste es sacrificar un peón para obtener un beneficio posicional (personal en este caso)

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Jona Umaes.
Published on e-Stories.org on 11/16/2019.

 
 

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