Jona Umaes

Segunda oportunidad

 

          Pedro y Juanita eran un matrimonio erosionado por las continuas disputas. Después de cinco años, no tuvieron la bendición de la descendencia, aunque lo intentaron por todos los medios. Ninguno de los dos era estéril, pero el estrés permanente en que vivían era una barrera difícil de superar para que el proyecto llegara a buen término. Pedro, algo ligero de cascos, le gustaban las salidas con los amigos y acostumbraba a regresar a casa bebido. Además, tenía facilidad para improvisar e inventarse historias que al final se descubrían, provocando nuevos conflictos. Aunque tuvieran períodos tranquilos, ella le recordaba ante el más mínimo roce cualquiera de sus trastadas, haciendo resurgir la discordia y el mal rollo. Juanita, sin embargo, era una mujer de su casa. Amante del hogar, tenía todo como los chorros del oro. Le gustaba el orden y tener la casa como el primer día. Si Pedro olvidaba rápido los malos momentos, ella era lo contrario. Así, iba reteniendo y agrandando su “lista”, reprochando a la carta cuando la ocasión lo requería.

 

          Un día que fueron a cenar a casa de los padres de ella, tras una velada tranquila y extrañamente agradable, durante el camino de vuelta se enzarzaron nuevamente:

 

¿Por qué has tenido que contar lo del coche nuevo? Ahora mi padre seguro que empieza a llamar a sus contactos para buscarnos uno que le guste a él y nos va a calentar la cabeza.

Mujer, no tiene importancia. Él entiende mucho de coches, nos puede aconsejar.

Sí, pero no quiero que se meta en este tema. Ya verás cómo mañana le falta tiempo para llamarnos. Yo quería que lo viésemos los dos tranquilos.

Bueno, pues no le haces caso y punto. Tampoco hay que dramatizar.

Parece que no conoces a mi padre. Cuando se le mete algo en la cabeza, no hay quien se lo saque. Nos va a agobiar con tanta llamada. ¡Si es que siempre haces lo mismo! Antes de soltar nada, podrías consultarme, ¿no?

 

          Juanita se acaloraba más y más y Pedro llegó un momento que parecía que le fuera estallar la cabeza. Eso, unido a los achispados que iban, afilaba más aún la lengua de ella, sacando trapos sucios. En un momento dado, el resplandor de las luces largas de un camión que venía en sentido contrario, cegó a Pedro y aunque aminoró la marcha pisando el freno, apenas se dieron cuenta de que el coche se salía de la calzada por una curva y se despeñaba, dando vuelcos continuos durante la caída.

 

          Pedro se despertó en la cama de un hospital con una pierna y un brazo vendados. Desorientado, preguntó a la enfermera que atendía al paciente de al lado por su esposa. La mujer le dijo que llamaría al médico para que le informase. Cuando llegó el doctor hablaron del accidente. Su mujer había sufrido un fuerte impacto en la cabeza y estaba en la planta de Neurología. No recordaba nada de lo sucedido y presentaba un cuadro de amnesia retrógrada. Estaban haciéndole pruebas para ver la gravedad del daño. Igualmente, no recordaba su nombre ni quien era.

 

          Pedro se alarmó ante aquella noticia. El médico le dijo que en cuanto pudiese caminar podría subir a visitarla. Mientras tanto, que hablaran a través del móvil y a ver cómo reaccionaba ella. Los padres de Juanita estaban en todo momento con su hija. De vez en cuando su suegro bajaba a visitarle y a charlar con él. Estaban muy preocupados por ella. No sabían el alcance del daño y si alguna vez recuperaría la memoria. Ver como su propia hija no le reconocía se le hacía muy duro al padre, y la madre se deshacía en atenciones hablándole e intentando que recordara. No paraba de llorar por lo ocurrido y se apoyaba en su marido para llevar la situación lo mejor que podían. 

 

          En la primera videollamada, Pedro vio que su mujer tenía la cabeza vendada. Por mucho que intentó explicarle quién era, ella no le reconocía ni sabía de qué le estaba hablando. Después de colgar, la frustración de Pedro era evidente. Se preguntaba cómo haría para que todo volviese a la normalidad.

 

          Tras unas semanas, él pudo andar de nuevo, aunque debía continuar con la rehabilitación. A Juanita le habían hecho todas las pruebas posibles e intentado estimular sus recuerdos con la ayuda de los padres y el marido, pero sin éxito. El médico le dijo a Pedro que la amnesia de su mujer podría desaparecer en cualquier momento, quizás en días, semanas, y en el peor de los casos años. Eso nadie lo sabía, pero que debía intentar hacer todo lo posible para que recuperase la memoria hablándole y mostrándole cómo era su vida antes del accidente en el día a día. Era una empresa enorme la que se le venía encima a Pedro, pero lo intentaría y haría lo que estuviese en su mano. Ambos habían mantenido el contacto diario durante la convalecencia y ella ya estaba habituada a hablar con su marido, aunque no lo considerase como tal.

 

          Ya en su hogar, Pedro recorrió con su mujer cada pieza de la casa y le fue explicando como si se tratara de una extraña. Para Juanita, todo lo que le mostraba Pedro era desconocido. Veía fotos de ambos en distintos momentos de sus vidas sin reconocer los lugares que aparecían en ellas. También, al contemplar la foto de boda se sintió ajena al acontecimiento.

 

          Aquella situación era nueva para ambos. Debían recomenzar su vida juntos, pero en unas circunstancias totalmente distintas. Aquella noche, ella se durmió al momento y él se quedó pensativo intentando planificar el día a día con su mujer. El hecho que ella no recordara su pasado no afectó en lo que se refería al paladar. En el hospital, Pedro pudo comprobar que cuando le traían comidas que sabía que le gustaban, las consumía con agrado. Aquello era un punto de partida y quizás, al igual que la alimentación, en lo concerniente a su personalidad podría continuar inalterado. Se aferró a esa idea para intentar reconducir sus vidas y quizás, con un poco de suerte, ella lograra en algún momento recuperarse de su trastorno.

 

          Conforme pasaban los días, Pedro, obligado por las circunstancias, no se reconocía. En nada se parecía al Pedro de antes del accidente. El peso de la responsabilidad le hizo asentarse y recuperar su yo maduro y formal que en algún momento de su existencia había enterrado para pasar a ser más inconsciente y egoísta. Estaba en lo cierto en cuanto a la idea de que su mujer era la misma de siempre, salvo en lo concerniente a la memoria. Si pudo enamorarla una vez, podría volver a hacerlo. La conocía a la perfección y sabía qué palos tocar para ganársela.

 

          De esa forma Pedro pudo verla de nuevo sonreír y disfrutar haciendo cosas juntos. La vida había dado una segunda oportunidad a su matrimonio. No tropezaría dos veces en la misma piedra. Atrás quedaron las discusiones, al menos en lo referente a su actitud. Aquel accidente había transformado sus vidas. Fue como un toque de atención. Tan solo la amnesia de ella se resistía a desaparecer.

 

          Los meses transcurrían sin indicios de progreso por parte de Juanita, pero al menos su relación había mejorado muchísimo respecto a su situación anterior. Habían recuperado la alegría de vivir y se palpaba el buen ambiente en casa.

 

          En una ocasión, habían salido al cine para ver una comedia. La sala aún permanecía iluminada y ambos esperaban a que comenzara la película tomando palomitas:

 

El protagonista de esta peli era uno de tus actores favoritos. Te gustaba mucho su forma de interpretar dijo él preparándola para que hiciera un esfuerzo por recordar.

¿Si? —dijo ella curiosa. Se le quedó mirando un rato con la mirada sonriente. Estaban viviendo un segundo noviazgo. Juanita le acarició el pelo de la forma que tanto le gustaba a él.

 

          Las luces se apagaron y la película comenzó. En una escena en que la pareja protagonista estaba charlando, Juanita se giró hacia Pedro y le susurró al oído:

 

Si te conociera, pensaría que me has traído a esta peli para recrearte en tu actriz preferida, pero ahora ya no me importa y le dio un beso. Pedro, sorprendido, retiró su rostro, boquiabierto, para observar a su mujer que mostraba una espléndida sonrisa.

Serás… ¿Desde cuándo? dijo intrigado.

¿Qué más da? respondió ella encogiéndose de hombros y sin dejar de sonreír.

 

 

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Published on e-Stories.org on 08/08/2020.

 
 

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