Maria Teresa Aláez García

La vida existe

Todos los dias veo a la vida pasar de largo ante mi puesto.  

 

No necesita de mis cuidados, de mi fortuna, de mi protección  o de las viandas que gratuitamente le ofrezco. Ni cuidarme ni protegerme ni ofrecerme sus flores ni sus miserias. Cierra una enorme puerta entre nosotras, un muro que veo inaccesible.  

 

La vida es pesimista e indolente. Cruel, despiadada, cínica, de hablar sarcástico y risa irónica. Es agua, esconde bajo una superficie tranquila y sosegada un montón de despropósitos y otra misma vida. Y cuando alguien saca hacia fuera alguno de sus dones, se altera y atemporiza y arrasa con todo lo que encuentra a su paso.  

 

La vida no cuida de sus seres. Ellos han de atenderla a ella y sobreponerse a sí mismos. Ella deja pasar hasta al tiempo que es su enemigo pero la vida es lista y lo usa de arma contra nosotros, contra los seres que tenemos que abrigarla, para quedar ella siempre impoluta y limpia de sus crímenes y a la vez defendida y protegida de los desmanes ajenos.  

 

La vida es un demonio que va provocando. Coloca necesidades a las que tenemos que encontrar solución y cada vez nos confunde más desviándonos de un camino sencillo. Se pintarrajea la cara para que no la conozcamos y consume toda clase de estupefacientes para que creamos que es bellísima, para cegarnos y que cantemos delicias de los pocos y buenos momentos que creemos que nos concede.  

 

No le conviene ser buena. Si es buena tiene que trabajar y cuidar de esa bondad y esa fama. Si es hipócrita y cínica sólo tiene que colocarse una máscara para que queramos vivirla y saca de las cabezas de los hombres sus expectativas, las adorna como deseos a conseguir y los pone ante nuestros ojos y nuestras narices. Que nunca dejamos de ser primitivos. Entonces nos tiramos locos a por lo que ella nos ofrece, a por ella misma  y la amamos. Nos volvemos vitalistas, despreocupados, ambiciosos. Ella, viéndonos caer en sus redes, nos castiga y nos tiene bajo su poder quasi infalible y nos enseña que el único modo de salir de ahí es la muerte. Nos enseña todo lo que podemos perder ante la muerte. Nos introduce el miedo en el cuerpo ante la llegada de la muerte. Nos enseña lo que somos, pequeños, no somos nada, no merecemos nada, la vida es una diosa de papel que escribe y borra en su traje nuestras directrices. Sabe agarrarnos donde más nos duele.  

 

La vida endurece el corazón, lo aprieta, lo duerme, lo anula, anula las esperanzas, las ilusiones, detecta todo lo que puede hacerla vulnerable y lo destroza. Y entonces todo da igual. Da igual perder las amistades, perder el control, lo que el otro piense, sepa o dude. Se ataca esperando recibir, se es consciente de la pérdida de esas cosas y personas que no se van a volver a recuperar y no se hace caso porque se tiene claro que la vida gana. Pero la vida prepara para eso, la vida es egocéntrica, sólo se la puede querer a ella.  

 

Algunas personas han sido conscientes de eso y han luchado por ser ellas quienes descubran a la vida sus intenciones y no al revés. Quienes la venzan, ganando por la mano a sus propias expectativas y entendiendo a la vida, sabiendo reconocer los más mínimos detalles que hay bajo su plácida capa y su tormentoso interior. Entonces  se muestran seguras y tranquilas y hacen más aún: intentan solventar los desaguisados que la vida va cometiendo y los seres humanos con ella y ayudan a los demás a equilibrarse.    

 

Son personas que han sabido encontrar la existencia real de lo que necesita el ser humano y no de lo ilusorio. Que saben medir las necesidades de cada hombre, porque esas necesidades son distintas y que saben colocar las cosas en su lugar. Son personas a las que no las puede el mal humor y por carecer de él sino porque saben que es positivo. No se niegan las realidades que la vida ofrece ni ocultan las ilusiones pero saben mirar más allá y saben hacer que la gente se ponga en su lugar, sea por debajo, sea por encima de su propia vida.  

 

Son más amigas de la vida y de los humanos que de ellas mismas. Y saben ser humildes y estar por encima a la vez, dejando libre al otro pero acompañándolo en su camino.  

 

Yo conocí a una de estas personas. Caminé a su lado. Caminó junto a mí. Pero la vida me enseñó aspectos que desconocía y la volví a elegir de acompañante. De este modo fui tan insensata como para perder a esa persona. Fui pobre de espíritu y poco luchadora, aunque por temporadas soy consciente de ello e intento luchar para no acomodarme.  

 

Espero que a pesar de mi ingratitud, esa persona no me olvide. Y me sentiré satisfecha si en una ocasión, al menos, podré llevarme el trofeo de haber vencido a la vida. Aunque sea en el final.

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Published on e-Stories.org on 01/17/2008.

 
 

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