Me tomaría una, dos, cinco o diez cervezas.
A continuación me quedaría
quieta, dormida, a oscuras en estado latente. En una especie de escape. Sin
comer ni beber. Días y días y días. Lo hice en una ocasión, durante un
paréntesis de una semana y volvería a
hacerlo de nuevo. Sin gente, sin teléfono, sin ordenador, sin nada. Alejada
incluso de mi misma y de mi propio espacio, ausentarme de mi propia conciencia
llena de culpas, autoengaños y concienciaciones, de proposiciones, traumas y
delitos. Dejar pasar el día y la noche a
través de las rendijas de las persianas o de las puertas. No sentir nada, no
pensar nada, no ver nada, no escuchar nada. Integrarme en la nada. Ser minúscula y desaparecer.
Sin timbre en la puerta. A lo
lejos, en los días laborables, escucharía el grito del gentío, los ruidos de
los coches. En la otra casa no oía ni eso. A lo sumo el canto de algún animal,
gritos o ladridos pero ocasionales. El calor era lo que mas gritaba en las
horas de la tarde.
Tenia cerca la ventana por la
que veía el mar, a lo lejos, fundiéndose con el cielo, haciéndose casi blancos
al reflejar la luz solar y haciéndose uno con la tierra, reseca, ardiente por
causa de la tortura del sol estival.
Tener un espacio para
desposeerlo. Primero tenerlo y colocar una barrera con una puerta que solamente
en estos momentos, tendría que cerrar. Un espacio en blanco que seguramente
acabaría lleno de cosas pero en un principio blanco, amplio, elevado,
transparente y silencioso. Y luego desposeerlo totalmente y entregarlo a quien gustara
de el. Total, para no hacer nada.
Y perder el sentido. Como cuando
me meto hasta el fondo en el mar y me dejo llevar por la corriente, sin forzar
nada, haciendo mío el lugar, desprendiéndome de todo, sin sentir peso ni dolor
ni angustia ni hambre ni sed ni necesidad alguna. Haciéndome etérea. Dejando
que los peces se confíen y viendo como las bandadas pasan por encima de mí,
puesto que no me muevo para nada y no pueden sentir nada.
Y dejar que solo mi mente sea la
que lleve la marcha. Que me lleve donde
ella quiera, donde necesite llevarme. Abrir esas puertas que no se atreve a
abrir porque tiene miedo de lo que puede encontrar detrás y que nunca será tan
grave ni tan horrible como lo que he vivido en la realidad.
No sentir ni sentirme nada. No
ser ni sufrir nada. No molestar a nadie y no sentirme culpable por no poder
controlar esos impulsos que vienen de no se que parte y que parecen llevarme a
no se que lugar incluso a mi pesar, inclusive cuando no quiero seguirlos pero
siempre acabo cayendo. Sentirlos y no obedecerles, dejarlos pasar. Participar
de mis mismos sentimientos, de mis sentidos, sufrirlos en el momento y no
moverme. Verlos llegar y marcharse como la persona que se sienta en el andén
del tren y ve pasar un aparato tras otro, sin subirse encima. No implicarme en
mis mismas emociones, desprenderme de mis propias tensiones, de mis malos
recuerdos, abandonarlos, despreciarlos, dejarlos atrás porque quienes hicieron
algo ya no esta hoy y quienes sufrieron algo de mí, tampoco. En cambio no hago
más que traer la culpabilidad de todo lo que no he podido reparar, la enorme
carga que no soy capaz de quitarme de encima. Deseo eliminar todo rastro de mi,
toda voluntad en mi, toda dependencia de alguien hacia mi o de mi hacia
alguien, deseo ser la huella de mi propia sombra que dura unos minutos y se
desvanece para no llegar a ser nada en el cosmos.
Desearía dar libertad a todo el
que me rodea para poder sentirme libre realmente. No me asusta la soledad ni la frialdad de la
oscuridad porque estoy acostumbrada a ellas. No me asustan el silencio, ni el
vacío, ni la indiferencia ni el desprecio porque he convivido con ellos toda mi
vida. No me asusta ni me disgusta ser nada porque para ser nada me prepare y
para nada sirvo.
Quisiera, siguiendo esta línea,
dejar de querer cosas, librarme de mis apetencias, voluntades y librarme de mi
misma.
Y vivir en esos momentos que
preparo para cuando no este, que he preparado toda mi vida. Aun me quedan cosas
buenas pero ignoro si vendrán o lo viviré como debe de ser o las disfrutare
como lo deseo. No lo se.
Pero es necesaria una evasión.
Es necesario tirar la basura espiritual, intelectual y sentimental. Mnemotécnica,
de cualquier tipo.
Solo deseo eso. No ser. No estar. No sentir.
Dejar de ser yo y trascender de mi y de todo el lugar que ocupe, alcanzar el
caos infinito, el vacío deforme o los limites de todos los universos, la
materia que hay entre la antimateria o entre los lugares que el mismo vacío no
logra llenar, derramarme o simplemente no impedir que salga lo que ha de salir,
dejara que aquello que pugna por abrirse paso salga al encuentro de la luz y
viva y sea mas luz. Que sea lo que haya
de ser que tenga que salir de mí. Presenciar ese vaciado interior, dejar libre lo
que estoy reteniendo y descansar.
Por fin.
Descansar.
All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Maria Teresa Aláez García.
Published on e-Stories.org on 08/29/2009.
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