Aquella tarde volvió a asaltarme de nuevo la horrible y
desesperanzadora idea que tan habitualmente me visitaba en los últimos días;
la idea de que el mundo se mueve hacia su completa desintegración por falta
de esencia. La vacuidad y la superficialidad hacía tiempo que llenaban los
corazones y las almas de la humanidad.
¿Cabría alguna esperanza? ¿Habría alguna salida al laberinto en el que nos
encontrábamos tan desorientados ahora?.
Con nuestras sonrisas y miradas de plástico creadas por nuestros propios
miedos y complejos, hacía tiempo que habíamos abandonado a nuestros
verdaderos seres interiores.
Nos habíamos convertido en meros duplicados de éstos, forrados con papeles
de color gris y carentes de nuestra propia idiosincracia.
Pensaba en todo esto mientras caminaba mirando al suelo, cuando llegué
al fin al sitio donde me dirigía desde un principio; Una pizzería que hacía
gala de impresionantes ofertas desde hacía dos semanas.
Entré en aquel local adornado de serpentinas colocadas de forma ilógica
y colores chillones que suponían una pesadilla para los ojos de cualquiera
que se atreviera a mirar a las paredes o a las mesas.Me encaminaba hacia el
grasiento mostrador cuando de pronto les ví...
Eran una pareja en la veintena. Aunque en realidad, era difícil precisar
su edad con exactitud debido probablemente a nuestra evolución de los
últimos años, que había creado a seres de rostros avejentados con cuerpos de
niños y a seres de rostros aniñados con cuerpos decrépitos.
Era el chico una persona corriente, con aspecto de lo más cotidiano,
incluso levemente familiar: Pelo grasiento a la altura de los hombros,
camiseta negra con logotipo de grupo de rock de moda, tejanos con efecto
descolorido...
Fué ella la que sin embargo me hizo sentarme en una mesa cercana a la de
ellos, para poder contemplar mejor la escena.Fué un impulso que no podía
contener aunque lo intentara; uno de esos impulsos ante los que sólo cabe
ceder.
Comencé a simular que leía una de aquellas cartas de pizzas tan simples
y a la vez tan complejas; tamaños, salsas, aderezos...todo era parte
de un mundo propio y asfixiante, aunque yo nunca era consciente del agobio
que me producía el universo de las pizzas hasta después de haberme comido
una.
Era la chica de una obesidad impactante. Tenía un rostro redondeado pero
de rasgos nítidos y pulidos, donde cada ojo, nariz, boca y pelo recogido en
una coleta, formaban un conjunto perfecto sostenido por un cuerpo enorme. Su
grasa en forma de brazos y piernas luchaba por zafarse de las ropas que la
mantenían aprisionada. Bailaban sus carnes al ritmo de su boca abriéndose y
cerrándose para engullir la porción de pizza que de forma desafiante
mantenía sobre una mano.
Pero a pesar de su descarada e incómoda gordura, su compañero la miraba
como si se encontrara ante una visión celestial.
Aquel chico desaliñado y algo enjuto la contemplaba con candor sin reparar
en la presencia de nada ni nadie más a su alrededor.
Fué entonces cuando me respondí a mí misma a la insidiosa pregunta que
me venía haciendo desde hacía días; Sí, existía esperanza, después de
todo. Y seguíría existiendo mientras ellos siguieran comiendo pizza en ese
mismo lugar sentados, creando su proipo oasis.
Ysonriendo por primera vez desde hacía días, me levanté y abandoné
aquella mesa sucia y pequeña para dirigirme al fin al mostrador.
Decidí pedir la misma pizza que ella en homenaje a la pareja que me
había devuelto sin saberlo el ansia de vivir de nuevo.
All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Isabel Quirós Gowers.
Published on e-Stories.org on 06/08/2011.
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