Fernando Egui

Existo?



 
 
No recuerdo haber nacido, no recuerdo haber tenido una infancia o una juventud. Nunca tuve algo para disfrutar más allá que la obligación de contar al mundo una historia, si es que eso puede ser algo para disfrutar, pues ya lo hago casi de manera sistemática y repetitiva; como si fuera un acto reflejo.
 
Lo cierto es que no reparo en el tiempo que me pueda tomar el relatar tal historia a quien haya decidido conocerla.
 
Una vez tardé con una joven tan solo un día; pero en otra ocasión me llevó más de un año terminar de contarla, pues a esta última persona la veía eventualmente, y el relato se extendía al ritmo de sus ganas, de su ánimo y de su interés. Claro, imagino que así son las relaciones: como un juego de intereses...
 
Algunos lloran, algunos no, otros simplemente me ven pensativos como tratando de adivinar qué ocurrirá, y al final siempre terminan asombrados. No son más que tontos, no entienden nada.
 
He contado esta historia a miles de personas, entregado a sus intereses, a sus maneras y casi que a sus órdenes, pues siempre sumiso cumplí mi labor.
 
Hasta que un día, me sentí por primera vez distinto. Increíblemente sentí que podía sentir...
 
Perdido en el tiempo, las suaves manos de aquella mujer me abrazaron por completo, con tanta delicadeza, con tanta ternura. Su nombre, Teresa, toda ella era una deidad. El día que me conoció aguardó hasta adentrada la noche y me llevó hasta su cuarto, donde siempre nos encontraríamos para contarle de aquella historia, que siempre fue aburrida para mí, pero que a partir de ese ahora significaba la atención de ella y la excusa  de sentirme realmente vivo en un mundo ajeno a mi realidad.
 
Antes de conocerme, a Teresa le habían hablado de mí y de lo interesante que sería el encontrarme. Tan pronto sus ojos se posaron en mis palabras, asumió aquella historia como suya. ella sí entendía lo que yo exponía, todo, completamente todo. Al menos se prestaba atenta a cada detalle. Desde la primera noche en la cual me vio, pude estar con ella en su recámara hasta la intimidad de su cama.
 
Noche tras noche Teresa me veía como hipnotizada, y enmudecida por mí, muchas veces susurraba rompiendo su silencio, como adivinando lo que yo le contaba. Les hablaba a sus amigas de mí. Definitivamente estaba interesada en mí. 
 
Me sentía atado a esa ilusión, difusa, utópica, irreal. ¿Por qué yo habría empezado a sentir algo que nunca sentí? y más aun por este hermoso ser Teresa. Aún no lo sé.
 
sin embargo, contrariamente yo estaba por completo seguro de que a ella solo le interesaba aquella historia... y tal vez el chico que aparecía en ésta. ¿Por qué le importaba tanto ese chico? ¿Por qué yo, sin más motivos que estar con ella, le hablaba de ese chico noche tras noche? ¿Les hablaría a sus amigas de mí o en realidad les hablaba de aquel chico?
 
Tengo que aclarar que la historia que siempre he contado no me pertenece, pues me fue inexorablemente otorgada. He llegado a la conclusión de que es mi propósito en este mundo...
 
Pero ustedes se preguntarán ¿qué historia es esa?
 
la historia que le he contado a miles de personas y en esta ocasión a Teresa, es pues, la historia de un chico y una chica, de un comienzo y un final, y en su trama, la inmensa bondad de ese chico obsesionado por ella.
 
Ellos son mi mundo, siempre me he preguntado por qué no dejo de hablar de ellos, pero no alcanzo a entender la razón de una respuesta sensata. Sencillamente son parte de mí.
 
Les comenté ya varias veces, que he relatado esta historia a miles de personas, quienes inevitablemente sufren al saber al chico muerto en desamor, al salvar a la chica de un arrollamiento.
 
Él, últimamente se había dado a la tarea de seguirla, evidentemente sin que ella lo notase. Le tomaba fotos... la dibujaba... la soñaba e imaginaba dormido, y sin embargo,  nunca la encaró para contarle lo que en su corazón palpitaba.
 
Aquella tarde en la avenida, él se escabullía entre los autos estacionados, para deleitarse con solo verla; hasta que sus ojos advirtieron la proximidad de aquel funesto impacto proveniente de un automóvil, al cual tuvo oportunidad de alcanzar para que evitar que llegara a atropellar el cuerpo de su amor. Corrió con todas sus fuerzas y empujó a la chica, pero no alcanzó a evitar el impacto ante su cuerpo (el de él).
 
Cayó al suelo entregándose por completo a una cruel e injusta despedida, mirando ya muy de cerca a su inconsciente culpa en la persona de aquella singular ilusión. Fue ella su boleto de partida.
 
Solo estuvo entre sus brazos el día en que cambió la muerte por salvarla del encuentro de un coche a alta velocidad. El incauto conductor huyó de la escena, ahogado por el desespero y la incertidumbre. Se perdió en la distancia de aquel fatídico atardecer...
 
Mientras yo contaba esto, Teresa lloraba tristemente, maldiciendo aquel coche, desconcertada y deprimida.
 
En la soledad de su alcoba continué con el final de mi relato.
 
- Me has salvado la vida - dijo la chica
 
- Yo no puedo decir lo mismo - dijo él, muriendo en sus brazos...
 
Desde aquel día no supe más de Teresa. Pero dónde comienza aquel drama, se preguntarán. ¿Cuántos dramas hay en esta historia? ¿Cuántas historias hay dentro de esta historia? ¿De dónde proviene tanta ambigûedad? ¿Dónde conoció aquel chico la razón de su obsesión? 
 
Podría tardar explicándolo tal vez un día, un mes o un año; eso depende de ustedes.
 
Yo, por los momentos, aguardo a que alguien me encuentre nuevamente, tal y como estoy, apartado, deteriorado y lleno de polvo. Ya no descanso en el hogar de Teresa, ciertamente ya no estoy allí.  No sé si quiera dónde estoy. Sin embargo, solo sé que entre tus manos podré contarte la historia del chico que entregó su vida por una razón que no lo conoció, sino hasta su funesto y miserable final.
 
Una vez más cumpliré con mi propósito. Qué más me queda...
 
He pasado muchos años en silencio, pues no he hablado con nadie desde Teresa, no soy nadie sin ella. Ahora te necesito a ti... Solo existo si cuento esta historia.
 
Por favor tómame, por favor no me dejen; cualquiera de ustedes, heeeeeeey, ¿hay alguien allí? aquí estoy ¿no me ven? Soy el de la cubierta marrón  con inscripciones doradas. Heeeeeeeey... Tómame y te contaré como empezó todo...
 
Heeeeeeyyy aquí estoy... ¡Aquiiiiiiií estooooyy!

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Fernando Egui.
Published on e-Stories.org on 04/11/2013.

 
 

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