Emilio Puente Segura

LOS JUGUETES ROTOS ACABAN SIEMPRE EN UNA BOLSA DE BASURA. 11

 

Michelle le esperaba conversando con una compañera. Llevaba puesto el abrigo London color fucsia que acababa de adquirir en las rebajas de invierno, y comparaban el bajo precio de la prenda con su buena calidad. Segré caminó hacia ellas pensando en lo mucho que la favorecía ese color. 

Escaneó la figura de Michelle de arriba a abajo con la mirada. Ella colocó las manos en su cintura y giró sobre sí misma con la elegancia y desenvoltura de una modelo profesional.

--¡Es nuevo..! ¿Cómo me queda..?

Su mirada coqueta esperaba una respuesta valorativa, y que por supuesto, la respuesta fuese de su agrado.

--¡Bien! --respondió Segré de forma escueta. 

¿Bien? Pensó Michelle. A ella le hubiera gustado que fuese algo más... "¿adulador?". 

Elsa, la compañera que conversaba con Michelle, miraba expectante al inspector sentada en su puesto de trabajo. Era oficial de policía y trabajaba en temas administrativos. Vestía con el uniforme policial. Tenía el pelo negro recogido en una coleta y movía sus ojos redondos pasando de uno al otro con avidez, como si asistiera a un partido de tenis. Albergando la esperanza de que el inspector Segré continuase alabando el abrigo nuevo de Michelle, y que se deshiciera en piropos hacia ella, como lo venía haciendo últimamente. 

El que más y el que menos en la brigada sabía que su amistad llevaba un tiempo siendo "algo más que una amistad". La pega radicaba en que todo el mundo se había dado cuenta... menos ellos. La apuesta en la comisaría consistía en acertar quién daría el primer paso. Por eso, Elsa no podía creerse que Segré se limitara a un simple y solitario adverbio, "¡bien!"

--¿Y nada más..? --le preguntó Elsa con su voz aniñada cuando constató que él no abriría la boca.-- ¿No vas a añadir nada más Darìo? --enarcó las cejas, señalando repetidamente con los ojos muy abiertos en dirección a Michelle, como instándole a no  desaprovechar la ocasión de piropearla y anotarse un punto a su favor.

--¡No...! Lo que tengamos que decirnos lo haremos en privado Elsa... ¿Verdad Michelle..? 

Segré tuvo que apretar los labios para no reírse, recogió el bolso de Michelle de encima de la mesa que ocupaba Elsa y se lo ofreció guiñandole un ojo buscando su complicidad. 

 

Michelle agarró el bolso y miró de forma desafiante a Elsa.

--¡Por supuesto Darìo..! --confirmó categóricamente sin dejar de mirar a la oficial de policía a los ojos-- ...Aquí hay demasiadas chismosas --añadió bromeando, para a continuación sacar con rapidez de entre sus labios la punta de la lengua y hacer rabiar de forma simpática a su curiosa compañera. 

Inclinó levemente la cabeza hacia un lado.

 --¿Nos vamos..? --entrelazó su brazo con el de Segré y le sonrió.

--¡Va... venga! ¿No ireis a dejarme así, verdad..? --se quejó defraudada Elsa. 

Segré y Michelle comenzaron a andar mientras él mantenía el juego dialéctico. 

--El capítulo de la telenovela de hoy se ha terminado amiga mía. ¡Continuará..! ¡Ah..! Y deberías cambiar de profesión. ¿Qué tal abrir un gabinete como consejera sentimental? Te harías de oro. --se rieron.

--¿Después de las copas habrá algo más..? --preguntó con descaro la joven policía, elevando ligeramente el volumen de su fina voz mientras los seguía con la mirada. 

Michelle, giró hacia ella la cabeza con el ceño fruncido. 

--¡No..!

Su respuesta fue seca, pero enseguida su rostro adoptó un gesto cómplice confabulándose con ella.

--¿Ni siquiera un piquito..? --insistió entre risas e incrementando el volumen de la voz al encontrarse ellos algo más alejados.

--¡Nooo...! --gritó Segré. Alzó el brazo y Elsa pudo observar como su puño se abría y cerraba en un claro gesto de despedida, sin volverse a mirar hacia atrás.

Elsa dibujó en su boca una leve sonrisa mientras les observaba perderse por el pasillo camino del ascensor cogidos por el brazo. ¡Qué pareja tan bonita..! ¿Cuándo se darán cuenta de que están hechos el uno para el otro? --pensó. Exhaló un profundo suspiro y se giró hacia el ordenador para continuar trabajando, no sin antes recrear en su imaginación cómo la sentaría a ella el precioso y económico abrigo nuevo de Michelle.

                                                                         *****

  Después de abrirse la puerta del acompañante del coche de Segré, apareció una bota negra de piel tomando contacto con el asfalto encharcado a causa de la incesante lluvia. Michelle abrió su paraguas, cerró la puerta y rodeó el vehículo dando saltitos de puntillas a paso rápido para esperar a que Segré apagara el motor y caminar juntos resguardándose del aguacero los pocos metros de distancia que les separaban del bar de copas elegido por ambos. Lo conocían de haber estado en un par de ocasiones. Buena música, con el volumen adecuado para mantener una conversación sin tener que elevar el tono de voz. Buenos cócteles, buen trato y un ambiente agradable.

Martini con vodka... Fue el cóctel elegido por Segré. Suavecito, no muy cargado. Después tendría que conducir y era consecuente con sus principios; estaría bonito que él, un inspector de policía, diese positivo en uno de los numerosos controles de alcoholemia establecidos por toda la ciudad. ¡Vaya ejemplo..! 

Michelle, por su parte, con una cucharilla pequeña y mirada golosa, recolectaba con especial esmero la nata que rebosaba por los bordes del vaso que contenía un reconstituyente café irlandés, para luego llevarla hasta su boca y saborearla con deleite haciendo perdurar el dulzor por más tiempo en su paladar. Esperaba que la combinación caliente de café y whisky, fuera capaz de ahuyentar esa sensación de frío que la perseguía desde que salió de la comisaría y puso el pie en la calle. 

El jazz sonaba envolviendo el íntimo ambiente del bar formando una simbiosis perfecta con las conversaciones. Segré jugueteaba con la aceituna ensartada en la punta de una fina varilla de cristal, dibujando circunferencias dentro de la copa del cóctel Martini. 

Una amplia sonrisa apareció de pronto en sus labios rompiendo el hasta ahora gesto reflexivo de su rostro. .

--¿Y esa sonrisa? --se interesó Michelle.

--Oh... nada... Es sólo que... de repente... me ha venido Elsa a la cabeza. --Segré volvió a reírse.-- Creo que el gallinero está bastante revuelto por nuestra culpa. ¿Te imaginas..? Todos en la brigada pendientes de nosotros. --se acercó la copa a los labios y dio un pequeño sorbo.

--¡Elsa está deseando ir de boda! --afirmó Michelle divertida--. ¡La pobre..! --añadió luego con semblante compasivo y como si hablase de un cachorrillo abandonado que acababa de encontrarse por la calle. 

--¡Haría cualquier cosa con tal de vernos juntos! --sonrió, y sus ojos se iluminaron con la breve luz de una chispa esperanzada, con el deseo de que algún día llegara a cumplirse lo que acababa de decir. 

Inmediatamente y algo turbada por sus propios pensamientos, bajó la mirada hacia el vaso de café irlandés. 

--La verdad, es que a mí no me molesta que disfrute haciendo de celestina, la tengo mucho cariño, creo que es una chica estupenda... 

Michelle llenó la cucharilla de nata blanca y la hizo desaparecer entre sus labios cerrando los ojos para concentrarse únicamente en el sentido del gusto. Miró a Segré con toda la naturalidad que pudo aguardando a que diera su opinión sobre la actitud de Elsa y su afán de emparejarlos.

--Sí, yo también pienso que es buena chica. Y no me molesta en absoluto su empeño en hacer de nosotros la pareja del año. --Segre quedó en silencio, pensativo.-- El caso es que... --apoyó un codo en la mesa, la barbilla sobre su mano y comenzó a acariciarse el hoyuelo con el dedo pulgar. Siempre hacía ese gesto cuando necesitaba poner orden a sus pensamientos. 

--¡Qué! --le apremió Michelle de forma impaciente.

--No sé... quizás... --cogió la copa y dio un trago.-- ...Quiero decir que... A lo mejor, en algunos momentos me sobrepaso y soy demasiado efusivo contigo a la vista de todos, dando a entender lo que no es... 

A Segré en realidad no le importaba lo que pudieran opinar los demás, sólo sabía que Michelle era especial, diferente, y que después de divorciarse de Sonia, nunca había experimentado con ninguna otra mujer las sensaciones que ella le transmitía y, eso él no podía cambiarlo... ni él, ni nadie. Conscientemente jamás haría nada que la dañase. 

--...Y la verdad, ni siquiera me he parado a pensar si a tí te molesta... --añadió con duda en la voz.

¿Dando a entender lo que no es..? "Lo que no es..." Esas cuatro palabras quedaron separadas del contexto e la frase girando en el interior de la cabeza de Michelle. Por un segundo pensó en que existiera esa posibilidad, que en realidad Segré no estaba siendo sincero y espontáneo con ella y todo era un papel para demostrarse y demostrar a los demás que aún seguía conservando sus dotes de conquistador. Algo típico en los hombres por otra parte. Y, de ser así, si todos sus piropos, si todos sus halagos, sus guiños, sus agradables sonrisas, sus cariñosos gestos formaban parte de un papel, su interpretación habría rayado la excelencia y ella vivía engañada como una inocente colegiala.

Una desagradable inquietud la invadió de repente.

--Lo que sí me molestaría de verdad y mucho, sería que lo que das a entender no fuese sincero, que no saliera de tí... --expresó con cierta desilusión. 

Miró a Segré con tristeza. Por nada del mundo quería dar la impresión de pretender que él cambiara su independiente modo de vida por ella, pero la dolería muchísimo perder lo poco que les unía en este momento y que para Michelle era como un oasis en medio del desierto. No se había sentido tan viva y tan positiva desde su separación de Marcos. 

Segré cogió su mano con cariño, el mismo cariño que mostraba su mirada.

--Sería un necio si mi actitud hacia tí no fuese sincera y espontánea. Valoro mucho nuestra amistad, y ahora mismo... tú eres la persona con la que más a gusto me encuentro. Te lo aseguro...

La mirada triste de Michelle desapareció junto a su intranquilidad y volvió a verse iluminada, no sólo por sus palabras, que renovaban la confianza en él, sino también, y casi en mayor medida, por la agradable y cálida presión que ejercía la mano de Segré sobre la suya, acompañada de esa cariñosa y cautivadora mirada. Sus esperanzas seguían intactas. Falsa alarma. 

--Y como hasta ahora nunca me has dado muestras de que te sientas agobiada o acosada por mi actitud... --continuó Segré de forma distendida.-- Ni me has espantado como a una mosca inoportuna, puedo deducir, que tú también te encuentras a gusto conmigo. --Segré soltó despacio su mano, y comenzó a remover el Martini con la aceituna pinchada en la varilla de cristal. La miró serio, bajando levemente la ceja derecha. 

--Sólo me importa lo que tú pienses... --aseguró. Levantó su copa y la acercó hacia ella--. ¿Quieres brindar por una larga, sincera y espontánea amistad ? --sonrió. 

--¡Por nosotros..! --brindó Michelle.

El choque del cristal contra cristal, originó un tintineo acampanado tan dulzón como su mirada, tan travieso como su sonrisa. Porque, para sus adentros, no sólo brindó por una larga amistad entre los dos, que ahora parecía estar asegurada, también brindó para que el hombre que tenía sentado enfrente, acabase locamente enamorado de ella.

Al notar el fuerte sabor del whisky Michelle cerró los ojos con gesto desagradable. Un fino bigotito de nata quedó adornando caprichosamente su labio superior. Segré no pudo evitar la risa.

--Tienes un poquito de nata ... --advirtió divertido. 

--¡Vaya, gracias... Debo estar ridícula..!

--Solo algo cómica... --quiso bromear quitándole importancia.

Michelle se pasó la lengua por el labio superior mientras comprobaba que nadie la estaba mirando. 

A Segré, el gesto le resultó sugerente y sensual.

--¿Ya..? --preguntó Michelle poniendo morritos.

--No... todavía...--Segré señaló su propio labio con el dedo índice--. Por aquí... 

El rastro de nata había desaparecido por completo pero, esa insignificante mentirijilla le valdría para disfrutar de nuevo del simple, pero fascinante e insinuante movimiento de la lengua de Michelle paseándose sobre su labio superior.

Ella volvió a repetir el mismo recorrido con la lengua. Segré la observaba encantado con la boca entreabierta. 

--¿Ahora..? --bajó la mirada queriendo ver su labio superior y comprobar por ella misma si la nata había desaparecido.-- ¡Espera..! --descolgó su bolso del respaldo de la silla y lo depositó sobre su regazo. 

--¡Creo... que debo tener algún clinex por aquí..! --empezó a rebuscar en el interior. 

En ese instante sonó su móvil.

--¡Vaya... disculpa... qué oportuno..! --sacó el teléfono del bolso y miró la pantalla.

--Es Lucas.. --dijo.

Lucas, el hijo de Michelle, tenía doce años y era fruto de su matrimonio con Marcos.

--¡Dime cariño...!   

Mientras ella escuchaba con atención a su hijo, Segré se recostó sobre el respaldo de su silla siguiendo el compás de la música con leves toquecitos de las manos sobre los apoyabrazos y paseando despacio la mirada por el local. Eso sí, con un oído puesto en la conversación telefónica de Michelle, disimulando para no parecer indiscreto

--¡No..! --Michelle negó a la vez con la cabeza y escuchó unos segundos--. No Lucas... Papá te ha recogido por la tarde y no pretenderás que yo vaya a buscarte a su casa esta noche...--. Lucas debió interrumpirla y volvió a quedarse callada mientras asentía.

--Vale cariño... ¡si yo te entiendo..! --dijo comprensiva--. Pero tienes que darte cuenta de que papá también necesita estar contigo y... --escuchó en silencio de nuevo, con la paciencia de una madre.

--¡... Ya sé que no te cae bien, ¿pero cuántas veces hemos hablado del tema..?! --esperó la respuesta de Lucas. 

--Y dejaste claro que serías comprensivo y te comportarias con normalidad, ¿no es cierto..? Tienes que asimilar que no tiene porqué gustarte a tí. Es la persona que ha elegido papa para compartir sus vidas y es a él a quién tiene que caerle bien... --hizo un nuevo silencio y comenzó a asentir con la cabeza.

--Vale mi amor... Confío en tí. Inténtalo ¿vale..? Tampoco es tan mala persona, si pones de tu parte seguro que acabaréis congeniando --su voz sonaba cariñosa--. A papá le duele que no termines de aceptar su relación, y si no te ve feliz, él nunca será feliz. Sabes cuanto te quiere... 

--Muy bien hijo... Sí, mañana nos vemos. De todas formas luego te llamo y hablamos... No... no me olvidaré... Yo también te quiero cariño.. Un besito... --Michelle lanzó un sonoro beso a través del móvil--. Recuerda que la noche de fin de año es sólo para nosotros y lo pasaremos genial. Hasta mañana. Y… Feliz Navidad mi amor.

 

Colgó y guardó el móvil de nuevo en su bolso para después devolverlo al respaldo de la silla. Miró a Segré, y éste observó en sus ojos el reflejo del amor que sentía por su hijo.

--¿Cómo está Lucas..? --se interesó Segré.

--Bien... --sonrió--. Esta noche la pasará con Marcos... Y resulta que no le cae muy bien su pareja... --continuó hablando con ironía y en tono divertido--  Imagínate el drama, tener a alguien detrás de ti todo el día diciéndote que no es bueno jugar tantas horas seguidas a la Play. Además, se queja porque le han obligado a ir al cine esta tarde con ellos a ver una película para niños y lo peor, ha tenido ue comerse las verduras... La cosa más asquerosa del mundo, según él...

Segré se reía asintiendo con la cabeza al estar totalmente de acuerdo con el niño en el tema de las verduras. 

--En definitiva... Quería que le fuese a buscar inmediatamente a casa de su padre o no respondía de lo que pudiese hacer con respecto a su "odiosa pareja".

Segré, entre risas, dió un trago a su Martini y Michelle dejó descansar los codos sobre la mesa y las mejillas entre sus manos, meneando con resignación la cabeza. 

--¡En fin... lo que te digo, todo un drama..!

--¿Me dijiste que tiene doce años verdad..? Es todavía un niño. --añadió Segré disculpando su actitud--. Seguro que haga lo que haga la compañera sentimental de su padre, a los ojos de Lucas siempre será la madrastra malvada...

--Compañero... --corrigió Michelle.

--¿Cómo dices..? --preguntó despistado.

--Sí, la pareja de Marcos no es compañera... Es compañero. Se llama Toni. --dijo con naturalidad, y dió un sorbo a su bebida escrutando atentamente a Segré por encima del vaso para observar su reacción. Segré tragó saliva y carraspeó mientras lo asimilaba.

En la última salida que hicieron juntos hablaron brevemente y por primera vez sobre sus respectivos pasados, pero sin llegar a profundizar. Ella sabía que él estaba divorciado desde hacía nueve años y que su mujer se llamaba Sonia, y él sabía que ella llevaba separada de Marcos siete años y tenían un hijo en común llamado Lucas. A Segré no le interesaba saber más o menos sobre el pasado de Michelle. El pasado solo sirve para aprender de los errores propios y para mantener vivos los buenos recuerdos. De Michelle le interesaba el presente, los agradables momentos que pasaban juntos, los instantes en los que, con ella, sus sentidos volvían a rememorar un sin fín de sensaciones olvidadas.

--¡Vaya... lo siento...! --Segré se vio turbado y sin saber qué decir--. No sabía nada de ese tema... No pretendo entrometerme en tu vida privada y entiendo que no quieras hablar de ello. 

--No Darìo, no te preocupes. --le  tranquilizó--. Hasta ahora, eres la única persona fuera de mi entorno familiar con la que lo he comentado porque tengo plena confianza en tí. No olvides que acabamos de brindar por una larga y sincera amistad. --le recordó Michelle sonriendo e intentando recabar con la cucharilla parte de la poca nata que seguía flotando en la superficie del café irlandés. 

--Además, ocurrió hace mucho tiempo y todos los implicados lo hemos superado sin traumas. Ahora somos amigos, que por otro lado, es lo mejor para Lucas, así que, procuramos tratar la tendencia sexual de Marcos con toda la normalidad y naturalidad que se merece. --e introdujo la punta de la cucharilla con la nata en su boca.

Segré afirmó con la cabeza y adoptó de nuevo la postura de poner orden a sus pensamientos, acodó el brazo derecho sobre la mesa y dejó que la barbilla reposara sobre su mano para acariciar repetidamente el hoyuelo con el dedo pulgar.

--¿Sabes..? Acabas de aclararme una duda. Ese tema me tenía intrigado... --observó sin dejar de pasarse el pulgar por el hoyuelo. Se había afeitado por la mañana y a esas horas la incipiente barba ya se hacía notar al tacto, y esa sensación le agradaba.

--¿Qué tema..? --preguntó Michelle con curiosidad.

--Verás... He pensado alguna vez en cuáles serían los motivos por los que Marcos se había separado de una mujer como tú. --negó con la cabeza y se pasó la mano por el mentón. 

--No veía clara ninguna de las suposiciones que barajaba... de verdad... --Michelle se reía-- Pero, ¡claro..! --abrió los ojos, enarcando las cejas-- ¿Cómo iba yo a llegar a esa conclusión..? Nunca hubiera sospechado, ni remotamente se me habría pasado por la cabeza, que os habíais separado por algo así. --confesó sorprendido, pasando rápidamente la mano de su mentón a la varilla hincada en la aceituna que reposaba dentro de la copa del cóctel. 

Michelle inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, orgullosa porque él había perdido unos minutos de su tiempo pensando en ella y en cuáles serían los motivos por los que se había separado.

--Si te interesaba tanto saber el porqué, podrías haberme preguntado.

--Sí, pero... --Segre encogió sus hombros--. No tengo el don de la curiosidad, tú lo sabes. No me gusta hacer preguntas indiscretas --bebió un trago del Martini y depositó la copa lentamente sobre la mesa--. Prefiero esperar a que el otro se confiese voluntariamente. --dejó caer con suspicacia.

--Si eso es una indirecta porque piensas que debería habértelo contado antes, pues... sí, de acuerdo, tienes razón. Aunque hasta esta noche no habíamos tocado el tema de mi separación, ni de sus causas... y la verdad, deberíamos reforzar la confianza entre nosotros. --arrugó la frente y se  acercó hacia Segré inclinando el torso levemente. 

--Y tú querido... Tú tampoco me has contado mucho sobre tu pasado...

--Cierto... Pero te aseguro que es como una habitación sin muebles, vacío, anodino. Te aburriría y.... por lo que veo, no es nada comparable a tu interesante y peculiar trayectoria. --se excusó.

--Vale... ¡Te propongo un juego..! --Michelle dejó aparecer su traviesa mirada azul--. Tú me cuentas, y yo te cuento. ¿Estás de acuerdo..? --preguntó con cierto entusiasmo.

--De acuerdo... --Segré aceptó complaciente, aunque sin mucho ímpetu--. Pero te aseguro que juego con ventaja, no tengo mucho que contarte. ¿Empiezo yo..? --cogió aire.

--¿Qué te gustaría saber..? --Michelle disfrutaba como una adolescente jugueteando con Segré. La rejuvenecía.

--No sé... déjame pensar... --miró hacia la copa, trazando circunferencias con la aceituna en su interior, como si en el movimiento rotatorio del líquido pudiese encontrar la inspiración para hacer la pregunta perfecta.

--Se te acaba el tiempo Darìo... --inquirió con impaciencia Michelle--.Y no tenemos toda la noche...

Sus cuidadas uñas comenzaron a percutir sobre la mesa.

--A ver... por ejemplo... --reaccionó Segré por fin--. No entiendo por qué Marcos se casó contigo sabiendo que era homosexual... ¿Pensaba ocultarlo y tenerte engañada toda la vida?

--¡No lo sabía..!
Segré la miró incrédulo. 

--Bueno... No lo sabía porque era un tema que había luchado tanto por olvidar, que creía enterrado para siempre con el paso del tiempo, pero que, como luego se vió, seguía latente escondido en algún lugar de su cerebro, esperando una señal, un estímulo para reavivarse. 

Michelle comprobó que Segré cavilaba sin terminar de completar el puzzle y había comenzado a acariciarse el hoyuelo con el pulgar. Le indicó con un movimiento de la mano que la dejara seguir para facilitarle las piezas que necesitaba. 

   --Veras, déjame ir por partes... Según me contó en su día, Toni y él eran de la misma pandilla de amigos del barrio. Tenían todos aproximadamente la misma edad, entre trece y catorce años. Marcos era un niño tímido, introvertido, le costaba mucho relacionarse con los demás y eso le mantenía aislado dentro del grupo. Toni era todo lo contrario, alegre, extrovertido, dicharachero, siempre rodeado de chicas. Marcos le tenía por un ligón, aunque si bien es verdad, nunca había manifestado sentirse atraído por ninguna de ellas, ni de la pandilla, ni de fuera de su círculo de amistades. La realidad era bien distinta. El caso es que Toni estaba enamorado de él, y con el tiempo se convirtió en su mejor amigo, en su compañero inseparable. Marcos ni se imaginaba que los acercamientos de Toni albergaban conseguir algo más que una amistad. Una noche se quedó a dormir en casa de Toni y éste le confesó lo que sentía. Confesó que le quería y no sólo como amigo; se trataba de un sentimiento mucho más profundo... Se trataba de amor. 

Segré permanecía atento y sus ojos abiertos la miraban con creciente interés. 

--Marcos no daba crédito a sus palabras. --continuó relatando Michelle--. Se quedó sin habla. Estaba acostado en una cama individual separada por una mesilla de noche de la cama de Toni, con la mirada perdida en el techo y paralizado; primero porque su cerebro dejó de elaborar palabras, e incluso pensamientos, y a ello se sumó su timidez. Vio cómo Toni abordaba su cama, se tumbó junto a él y le besó en los labios; según me contó, se dejó llevar porque en realidad lo que más necesitaba era sentirse querido por alguien, y nunca nadie había demostrado quererle tanto como Toni.

Se quedó en silencio, pensativa. Marcos la hizo mucho daño en su día cuando decidió que lo mejor para todos era confesar a Michelle su condición sexual y que nunca llegaría a ser feliz junto a ella por estar enamorado de Toni. Su pequeño universo se derrumbó y también se derrumbó su autoestima como mujer, dejando enterrados entre sus escombros los mejores años de su juventud. Después, el dolor fue dando paso poco a poco a la comprensión, y mirándolo todo desde esa renovada perspectiva que da la distancia en el tiempo, sin duda, Marcos hizo lo mejor, y lo hizo para no ser un hipócrita y continuar fingiendo una relación que hubiera sido falsa y a la larga, seguramente inaguantable. Ella deseaba que Marcos fuése felíz.

--¿Y desde entonces han continuado juntos? --preguntó Segré aprovechando ese instante silencioso de Michelle.

--No... Esa fué la primera y única relación sexual con él, o con cualquier otro hombre. El día siguiente fue lo peor, se encontraba asquerosamente avergonzado, vacío por dentro, como si la mala conciencia y el sentimiento de culpabilidad que le abrumaba, hubiesen devorado todo en su interior. Le era imposible volver a ver a Toni. Le aterraba lo que diría la gente si en algún momento, por cualquier motivo casual, llegaran a enterarse de lo que habían hecho. Y lo que esa noche sintió junto a Toni le dió miedo.

Los ojos de Michelle brillaron. Debería haber aceptado la difícil situación en la que se encontraba Marcos mucho antes, y ahora le admiraba por su valentía, por atreverse a vivir libremente su homosexualidad en un mundo que se mueve acompasado al ritmo de un sinfín de absurdos prejuicios; un mundo intolerante con aquellos que, supuestamente, son diferentes y se salen de las reglas establecidas.

--Desde esa noche no volvió a ver a Toni. Al poco tiempo, y afortunadamente para Marcos, su padre fue trasladado por motivos laborales a otra ciudad. Nosotros coincidimos en la Universidad cinco años después. El Marcos a quien yo conocí, con la edad, había perdido la timidez que le caracterizaba a los trece años y me pareció un chico bastante guapo, alegre, caballeroso y que estaba pendiente de mí a todas horas. No paró de perseguirme hasta conseguir mi amistad. --sonrió rememorando. 

--Como si yo fuese la única chica en toda la Universidad. Éramos muy jóvenes, dieciocho años y unas ganas de divertirnos y comernos el mundo propias de esa edad. Teníamos una gran complicidad en todo.

Michelle apartó un mechón negro de su cabello que se había deslizado cubriendo parcialmente la parte derecha de su rostro.

--Una noche... --continuó, refugiando sus manos pegadas entre las rodillas--...En la fiesta de cumpleaños de una compañera de curso y algo bebidos, hicimos el amor sin tomar ningún tipo de precaución. Me quedé embarazada, imagínate, con esa edad... Al principio se me vino el mundo encima. --bajó la mirada. Necesitaba coger aire. Dió un trago al café irlandés y suspiró.

Segré se acercó la copa de Martini lentamente hacia los labios intentando adivinar el estado de ánimo de Michelle. Parecía seguir fuerte. Tenía la boca seca y bebió un trago largo, lo necesitaba.

--Sabíamos las presiones a las que nos veríamos expuestos a partir de conocer mi estado... --siguió contando Michelle--. Mis padres, el disgusto que se llevarían. Cómo podrían reaccionar a la noticia. ¡Los suyos..! --resopló-- ...Que eran bastante estrictos y conservadores. El qué dirán. Tener que abandonar mis estudios. Incluso, el pánico que sentimos ante todo lo que se nos vendría encima, hizo que llegásemos a pensar en la opción de interrumpir el embarazo de manera drástica. --juntó sus manos y elevó la mirada hacia el cielo, como agradecida a la divinidad de turno por haberles iluminado para que tomaran la decisión adecuada. 

--Esas dudas quedaron rápidamente disipadas. Tendríamos a nuestro hijo, y a partir de ese segundo se convirtió en el bebé más deseado del planeta. Pasaron los peores momentos, los primeros días críticos llenos de desconcierto y ansiedad y llegó la hora de las decisiones. Y decidimos por nuestros padres y por la nueva vida que comenzaba a gestarse dentro de mí, que nos casariamos en un juzgado. 

--Corrígeme si estoy equivocado... Pero en ningún momento has mencionado si Marcos y tú estabais enamorados. ¿Hubo realmente amor..? --cuestionó Segré, ocultando en un doble fondo de la pregunta cierto interés personal. Si la respuesta era negativa, significaba que ella no había estado enamorada de Marcos, y eso, sin saber porqué y aunque pudiera parecer un sentimiento poco noble por su parte, producía en él una grata sensación de alivio.

--Bueno...  yo creo que querernos... sí que nos queríamos, pero amor... --su mirada quedó perdida mientras se mordisqueaba de medio lado el labio inferior--. Si no me hubiese quedado embarazada... no sé... Me lo he preguntado muchas veces. ¿Nuestra relación hubiera ido a más, o por el contrario se hubiese diluido con el tiempo? Pero... obviamente, es algo que nunca tendrá respuesta. --miró a Segré y entornó la mirada. 

--¿Sabes lo que nos unía..?

Segré bajó la ceja derecha, esperando la respuesta.

  --¡Lucas..! --y tras pronunciar el nombre de su hijo, Michelle cerró sus párpados brevemente y esbozó una amplia sonrisa-- ...Lucas ha sido lo que siempre nos ha unido... el nexo de unión entre Marcos y yo. El amor que nos mantenía unidos era el que sentíamos los dos por Lucas.

Con mirada evocadora y sin desdibujar esa amplia sonrisa de su semblante, Michelle se acercó el vaso a los labios, sin llegar a beber. Segré hizo lo mismo. Se miraron intensamente y bebieron al unísono sin dejar de mirarse, como si un hechizo mágico les impidiera hacerlo, invadidos por la sensación de encontrarse solos en el bar de copas, de estar solos en el mundo, sin nadie más a su alrededor, sólo ellos dos y la canción a ritmo de soul interpretada por una cálida y melodiosa voz femenina que en ese momento abrazaba sus emociones. Bajaron lentamente la mano hasta apoyar sus bebidas sobre la mesa, manteniendo ese mágico hechizo dueño de sus miradas durante unos instantes más. 

Michelle pestañeó repetidamente y sus mejillas se ruborizaron, entonces desvió la mirada hacia un punto indeterminado del rostro de Segré dejando escapar una sonrisa nerviosa. Él, igualmente, se vio obligado a parpadear para retornar del maravilloso microsueño que por un breve lapsus de tiempo le había mantenido inconsciente y perdido en el cielo azul de los cautivadores ojos de Michelle. 

En instantes como éste, el deseo de saltar por encima de esa absurda barrera que les impedía dar rienda suelta a sus verdaderos sentimientos, era cada vez menos controlable. Como incontrolable comenzaba a ser para ambos las ganas de abrazarse fuertemente y fundirse en un apasionado y largo beso.

--¿Y luego..? Me refiero a Toni, ¿cuando apareció de nuevo..? --preguntó Segré intentando normalizarse y dar normalidad a la situación después del receso involuntario y así, retomar la conversación desde el punto donde la habían dejado. 

Michelle elevó los ojos para mirarle, todavía turbada.

--Toni apareció por casualidad. --se apoyó erguida en el respaldo de la silla mientras que con una mano acariciaba el dorso de la otra, que descansaba sobre la mesa. Las miraba con cierta pesadumbre. Sin duda, a causa de esa aparición "casual" comenzó el fin de su relación. 

--Se acercaba el quinto cumpleaños de Lucas y Marcos debía encargarse de comprar los regalos. Antes de salir del centro comercial decidió tomarse un café, y al entrar en la cafetería alguien le llamó por su nombre saludando con la mano desde una mesa. Marcos no le reconoció al principio. "Soy Toni. ¿No te acuerdas... Tan cambiado estoy..?" --a Michelle se le notó un ligero tono burlón en la voz al imitar sus palabras. 

--Se estrecharon la mano y Toni le abrazó con fuerza y visiblemente emocionado por el reencuentro diez años después. Marcos en un principio volvió a sentirse tan paralizado como en aquella noche que pasaron juntos. Le invitó a sentarse con él y... supongo que, lo que fuera que sintió esa noche y había permanecido durmiente en su interior durante tantísimo tiempo, de alguna manera se despertó y, al parecer, con tanto ímpetu que le fue imposible engañarse a sí mismo de nuevo y renegar del evidente amor hacia Toni y su homosexualidad, aún siendo consciente de que sus decisiones iban a causar numerosos daños colaterales.

--Tuvo que ser una situación bastante dura para tí, pero sobre todo para Lucas. --comentó Segré.

--Todas las rupturas son difíciles de asimilar. --aseguró Michelle con resignación--. Aunque debo reconocer que Marcos siempre ha estado a nuestro lado cuando hacía falta y el bienestar de Lucas ha sido su prioridad en todo momento. En ese sentido no le puedo reprochar nada en absoluto. --añadió, teniendo claro que no todos los hombres separados asumen sus deberes como padres con la máxima responsabilidad.

--Lo más difícil, supongo... --Segré bajó la mirada un instante y enseguida la dirigió de nuevo hacia los ojos de Michelle-- ...Fue volver a rehacer tu vida para enfrentarte de nuevo al día a día con un niño tan pequeño a tu cargo. Has demostrado ser una mujer luchadora y nunca te has rendido. --dijo con admiración.

--Como miles de mujeres en la misma situación que yo. --admitió--. Pero luchar por tu hijo es algo que haces por naturaleza desde el primer momento en que notas que está dentro de tí. --orgullosa, acarició con mimo su vientre.

-Os admiro... de verdad. Envidio esa fuerza interior y la valentía con la que las mujeres os enfrentáis a la vida. Cuando consigáis alcanzar más protagonismo político, y se tengan en cuenta vuestras opiniones en las decisiones importantes que mueven el mundo... --Segré dejó la frase en el aire. 

Michelle sonrió ante su repentina adhesión con la causa femenina. Agradecida porque su discurso no fuese el del clásico hombre machista.

--Lo digo sin ningún tipo de ironía... --quiso dejar claro al verla sonreír--. Estoy seguro de que todo sería muy diferente. 

--Seguro que sí, pero nos queda mucho camino por delante… --aventuró, asintiendo con un ligero movimiento de cabeza. 

--Paso a paso… Con el tiempo te aseguro que nos tendréis comiendo de vuestra mano… --bromeó Segré--. Aunque creo que eso ya lo tenéis conseguido, porque en el fondo... somos como niños obedientes. La fuerza física siempre ha pertenecido al hombre, pero vuestra querida,… vuestra es la inteligencia.

--¿No me estarás insinuando ahora que os manipulamos? --sonrió divertida.

--Quizás simplemente dejáis que sigamos creyendo que somos los que llevamos la batuta, pero en realidad nos movemos a vuestro antojo unidos a finísimos hilos que manejáis con destreza desde la sombra. --los dos se rieron. Con tono de conspiración secreta en la voz, Segré había levantado la mano moviendo los dedos como si manipulara una marioneta.

Michelle dio un sorbo a su bebida. El calor acogedor del whisky, comenzó a notarlo también en las mejillas y sus ojos centelleaban. Se sentía cómoda, relajada, deshinibida, embriagada por la música ambiental y los efluvios etílicos que acrecentaban su faceta romántica. Cruzó una pierna por encima de la otra y puso las manos sobre su rodilla, inclinando la cabeza levemente hacia un lado mientras su mirada centelleante y sensual, se clavaba en la de Segré.

--¿Piensas en mí...? --lanzó en forma de misil. 

Segré aclaró su garganta. La pregunta directa y escueta le sorprendió. Guardó silencio sin saber qué decir, o quizá, pensando en qué debería responder ante semejante ataque frontal. Michelle se adelantó.

--Me toca preguntar, ¿recuerdas..? ¡El juego...! --achinó sus ojos azules.

--Pero... ¿El juego no iba dirigido a conocer nuestro pasado? --protestó Segré.

--Sí, así es. Y mi pregunta es sobre tu pasado. Tu pasado más reciente, pero al fin y al cabo... tu pasado. Si has reconocido hace un momento haber pensado en los motivos por los que Marcos se separó de una mujer como yo, quiere decir que alguna vez te has parado a pensar en mis circunstancias, o sea, en mí. Porque mis circunstancias y yo, somos inseparables, ¿o no?

Segré se sentía como Goliath derribado por la honda inclemente de David. Como un oso que acaba de caer en la trampa del cazador.

--Bueno... --titubeó. 

Michelle enarcó las cejas aguardando una total sinceridad. 

--Sí... Si lo planteas de esa manera, es obvio que he pensado en tí... pero como en otras muchas cosas... En las diferentes situaciones que se presentan en el trabajo, en lo que tenga que hacer al día siguiente, en el clima, en lo divino y lo humano... Vamos... como todo el mundo. --sentenció convencido de haberla convencido totalmente. 

Ella ladeó la cabeza hacia el lado contrario sin decir nada, esperando. Dando claras muestras de no haber quedado totalmente convencida con sus argumentos a medias. 

--De acuerdo, tú ganas. --Segré cruzó los brazos y la miró sonriendo--. Reconozco que para tí siempre hay un hueco en mis pensamientos. ¿Satisfecha..?

--Mucho... --también le sonrió--. ¿Ves qué poco cuesta reconocer las cosas..?

Además de satisfecha, que él reconociese que perdía parte de su tiempo en incluirla en las imágenes que dejaba pasear por su mente, aún a costa de haber utilizado algunas tretas femeninas, la hacía sentir una felicidad especial que daba algo más de luz a su esperanza.

--Ha sido una pregunta maliciosa. --se quejó Segré bajando la ceja derecha y manteniendo cruzados los brazos simulando estar enfadado. 

Michelle inclinó el torso por encima de la mesa y se acercó más a él, frunció el ceño y entornó los ojos como una gata acechando a su presa.

--Es que, también puedo ser maliciosa... --aseguró con tono suave y provocador.

Segré se inclinó apoyándose sobre la mesa sin dejar de cruzar los brazos, de forma que sus rostros quedaron a escasa distancia uno del otro.

--¿Y dulce...? --susurró.

--Como la nata del café irlandés...

...O como su mirada, o su sonrisa en ese preciso momento.

--Ummm... ¿No te habrás pasado con la canela verdad..? --cuestionó Segré elevando despacio una mano hacia su cara, donde dejó reposar la mejilla--.Ya sabes la teoría de que puede actuar como afrodisíaco. --la miró con picardía.

--Esa idea sólo podría surgir de una imaginación tan calenturienta como la de la mismísima Elsa en persona... --bromeó Michelle.

Intentaron no reírse y mantener la seriedad, pero les resultó del todo imposible. Imaginarse a Elsa dispensando sibilinamente más canela de la cuenta sobre la nata del café irlandés de Michelle para estimular su líbido y acelerar un acercamiento entre ellos fuera de la manera que fuese, provocó que los clientes de las mesas colindantes les miraran atraídos por sus inesperadas y sonoras carcajadas.

La atención de Michelle se vio atraída por la canción que comenzaba a sonar. Su cabeza se balanceaba siguiendo el ritmo lento de la melodía.

--Escucha... --entornó los ojos--. Me encanta... "Michelle ma belle sont les mots qui vont três bien ensemble..." --canturreó en un perfecto francés. 

Segré la escuchaba divertido. Estás loca, murmuró para sí. Una loca maravillosa, pensó. 

--¿La conoces? --quiso saber ella.

--Por supuesto, es una canción muy antigua pero de esas que nunca pierden su encanto.

--Para mí sí que lo tiene. Tiene un encanto especial. Va ligada a mi vida desde que nací, en ella se inspiró mi madre para ponerme el nombre. 

Su rítmico balanceo no cesó mientras hablaba. 

--¿Sabes lo que dice la letra? --preguntó entusiasmada y dando las gracias a la providencia, o al azar, porque la canción hubiese sonado en ese preciso y puntual momento. 

El momento exacto, en el lugar adecuado y con la compañía deseada. 

--Lo siento pero los idiomas no se llevan muy bien conmigo, y los Beatles... --Segré torció el gesto-- ...No son mi grupo musical favorito. --reconoció.

--Pues habla de alguien que está enamorado pero no encuentra la manera adecuada de hacérselo saber a la otra persona. Dice así, más o menos...

Segré acercó el martini a sus labios y bebió despacio, luego se dispuso a escuchar convencido de que ella estaba tan decidida a traducirla, que no cabría ninguna otra opción. Se apoyó sobre la mesa con los brazos cruzados.

--"Michelle, mi bella. Son palabras que van muy bien juntas." --comenzó a traducir envolviendo las palabras con un cálido tono de voz. 

Él asentía, estaba totalmente de acuerdo con la primera frase, "Michelle y bella" eran palabras que no deberían separarse nunca. 

--"Te amo. Es todo lo que quiero decir. Hasta que encuentre una forma. Voy a decir sólo las palabras que sé que tú entenderás. Te necesito. Necesito hacerte ver lo que significas para mí. Aún estoy esperando, sabrás lo que quiero decir. Te amo... --Michelle respiró profundamente.

Sus ojos brillaban mientras iba traduciendo la letra de la canción, que parecía escrita a propósito para ellos. Un escalofrío recorrió todos los poros de su piel al comprender que estaba traduciendo sus propios sentimientos. Segré suspiró inconscientemente y comenzó a acariciar el hoyuelo de su barbilla, no estaba muy seguro, pero juraría que mientras la miraba a los ojos, se había sentido identificado de alguna manera con el protagonista de la canción y con lo que contaba en la letra. Necesitaba ordenar tantas sensaciones nuevas, --pensó-- ponerlas un nombre y sobre todo, entender su significado.

--"Te quiero. Creo que lo sabes. Llegaré a tí de alguna forma que tú comprenderás. Michelle, mi bella. Diré las únicas palabras que tú entenderás. Mi Michelle..." --concluyó.

Hubo un silencio entre ambos. Hablaron sus miradas y en ellas, se podía adivinar lo que verdaderamente sentían el uno por el otro.

 Ahora, esos sentimientos que traducían sus miradas deberían saber hacerlos llegar de forma clara hasta sus corazones, y Michelle tenía muy claros esos sentimientos, estaba enamorada. 

Solo él se empeñaba en tropezar consigo mismo, con los obstáculos que había ido colocando uno a uno desde su divorcio como un parapeto protector en torno a su "elegida y maravillosa soledad". Su matrimonio terminó fracasando y se prometió que no volvería a cometer dos veces el mismo error, creer que la compatibilidad del día a día de su profesión con la vida en pareja era posible. Tampoco estaba seguro de que él fuese el hombre ideal junto al que alguien en su sano juicio quisiera pasar el resto de sus días.

--¿Sabes..? --rompió el silencio--. Tu madre tuvo un gusto envidiable. Eligió para tí un nombre singular y atractivo. Estaba segura de que su pequeña Michelle se convertiría con el tiempo en una mujer también bastante singular y... bellísima. Digamos que su inspiración al elegir tu nombre fue "divina". --afirmó halagador mientras apuraba su Martini.

-Celebro que te guste mi nombre... 

-Sí...  me gusta... Michelle... --musitó Segré alargando la última sílaba. "Michelle ma belle..." --recitó intentando pronunciar lo mejor posible--. ¿Lo he dicho bien..?

-¡Perfecto! --aseguró ella radiante. 

Se hacía cada vez más difícil mantener encarcelado en su interior ese amor callado que soñaba con ser libre, pero era consciente que Segré necesitaría su tiempo. Que le costaría romper con el mundo que había creado en torno a su vida más íntima. Llevaba tantos años sin tener que dar explicaciones a nadie en cuanto a lo que quisiera o no quisiera hacer, sin preocupaciones ajenas, sin responsabilidades que tuvieran que ir más allá de sí mismo. 

Ese particular mundo que había tardado tanto en construir sólo podría ser derribado por un sentimiento tan intenso que no le permitiera dudar y atreverse a empezar un nuevo proyecto con ella en el que colocar juntos la primera piedra de su propio futuro. No sería fácil, pero Michelle estaba dispuesta a esperar. Con paciencia y dejándole su espacio, sin obligarle a tomar decisiones que parecieran no tomadas por él mismo. Porque las intensas miradas que esa noche había creído percibir hacia ella, sus silencios llenos de anhelos por cumplir, de indecisión y dudas ante lo que realmente estaba sintiendo, la permitían seguir albergando la esperanza de que pronto, muy pronto, podrían hacerse realidad sus deseos.

La lluvia era menos intensa, y esa noche había contribuido a apaciguar la crudeza del frío invernal de los últimos días. Estaban aparcados frente al domicilio de Michelle y las gotas de lluvia  que caían sobre el parabrisas se veían reflejadas al trasluz de las farolas sobre sus rostros en penumbra, como espectrales sombras resbaladizas.

--Te acompaño hasta la puerta... --indicó solícito Segré.

--No, por favor, no hace falta, tú espera hasta que entre.

Sus miradas se cruzaban tímidas y titubeantes. Cuando lo que te apetece de verdad es seguir disfrutando de esa compañía, las despedidas se hacen más difíciles y las palabras sólo aciertan a formar frases banales.

--Bueno... pues que pases buena noche...

--Igualmente... conduce con cuidado...

--Lo haré, no te preocupes...

--Bien... Pues... hasta mañana.

-Mañana nos vemos...

Michelle le besó en la mejilla para despedirse.

--¡Pinchas..! --observó, acariciando la incipiente barba en el rostro de Segré.

--Porque no me has dado el beso en el lugar adecuado... --bromeó.

Sin separar la mano de su mejilla, Michelle le besó en los labios en un acto reflejo, impulsada seguro por alguna fuerza interna imparable. Inmediatamente echó su cuerpo hacia atrás con gesto de sorpresa. Colocó una mano tapando su boca y posó dos dedos de la otra sobre los lábios de Segré, como intentando esconder el beso que furtivamente había dejado depositado en ellos.

--¡Lo siento Darìo... Perdóname...! --suplicó levantando las cejas y con los ojos rebosantes de pánico. 

--No sé cómo he podido... Te juro, que ha sido un impulso involuntario... --intentó excusarse. Bajó la cabeza visiblemente avergonzada colocando las manos en sus mejillas. 

--Perdóname.  Por Dios... qué vas a pensar de mí... 

--¡Hey, vamos Michelle..! --Segré colocó dulcemente la mano bajo su barbilla para que alzase el rostro--.¿Qué crees que voy a pensar de tí..?

--¡Quizá el whisky..! --se excusó Michelle con voz trémula. 

--O la canela... --bromeó sin demasiado éxito Segré.  

--Entendería que te haya sentado mal. Lo he estropeado todo ¿verdad? --dijo abatida cerrando con fuerza los párpados.  

Apartó de él la mirada para que no advirtiera la humedad que se empeñaba en cubrir sus ojos. 

--Me he comportado como una cría...

--No seas tonta... --quiso tranquilizarla Segré--. Michelle, mírame ...

Le miró apesadumbrada. 

--¿Doy la impresión de estar enfadado..? 

Michelle elevó levemente los hombros. 

--Además... he tenido la oportunidad de comprobar que tus labios transmiten un calor muy agradable. --la sonrió y también provocó que Michelle sonriera--Tranquila. Todo seguirá igual que siempre… Sin duda. --afirmó  Segré con voz cálida. 

--Gracias por quitarle importancia. --Michelle reposó con cariño una mano sobre el antebrazo con el que Segré sostenía su barbilla. 

--Pero no debería haberlo hecho. --añadió con gesto culpable--. Si pudieras olvidarlo... Como si no hubiera ocurrido... --le suplicó, segura de que no sería posible.

Segré recordó la pregunta que le hizo en el bar de copas sobre si pensaba en ella.

--No... No voy a olvidarlo... --negó tajante. 

Dejó de sostener su barbilla y la mano de Michelle comenzó a deslizarse por su brazo hasta que ambas se encontraron, tomando él prestada la de ella. 

--Esta noche... --añadió-- ...Ese beso formará parte del hueco que voy a reservar para pensar en tí... Si me das permiso. --sonrió y apretó su mano con delicadeza.

--¡Eres tonto...! --soltó entre risas Michelle--. Sabes que me encanta que pienses en mí... 

Le miró en silencio unos segundos, después miró sus manos agarradas y deseó no tener que separarlas en toda la noche. 

--Bueno Darìo... Si me sueltas la mano... --extendió las comisuras de los labios mientras que sus ojos azules le suplicaban que no la soltase nunca.

-¡Oh... por supuesto. Es tuya..! --la soltó con desgana y una sonrisita gamberra de medio lado.

--Es muy tarde y todavía tenemos que cenar... --recordó Michelle, inclinándose para recoger el paraguas de la alfombrilla. Era uno de esos paraguas con el mango telescópico que se pueden llevar en el bolso--. Será mejor que te vayas a casa antes de que amanezca. --ironozó, inspirando luego todo el aire que rodeaba su puntiaguda nariz.

Abrió la puerta asomando hacia la calle el paraguas, lo desplegó y descendió del vehículo. Segré observaba sus movimientos sin dejar de sonreir. Michelle se inclinó hacia él introduciendo la cabeza en el habitáculo y resguardandose de la lluvia con el paraguas. 

--¡Hasta mañana y... perdona... por el beso..! --se disculpó de nuevo. 

Un mechón de pelo cayó adornando su rostro.

--¡Hasta mañana Michelle..! Nos vemos en comisaría. --Segré hizo un ademán con la mano en señal de despedida y guiñó el ojo--. Feliz Navidad… Y gracias por el beso... --sonrió cautivador.

--Feliz Navidad. --estuvo a punto de invitarle a su casa pero sintió vértigo, o miedo a que para él las cosas fueran demasiado rápido.

Mientras conducía, no se fijó en la neblina que comenzaba a caer como un fino velo sobre las calles de la ciudad engullendo con paciencia los edificios y opacando el resplandor de las luces de los hogares tras las ventanas, de las farolas que alumbraban la ciudad, y los colores de los semáforos que, arrastrando una estela de gotas de agua bajo su vehículo, iba dejando atrás. No se fijó en la gente, que paraguas en mano por si empezaba a llover de nuevo caminaba por las aceras hacia diferentes destinos. 

Su mente viajaba ocupada pensando en Michelle, y durante el trayecto hacia su casa pasó varias veces la punta de la lengua por sus propios labios para volver a experimentar el dulce sabor de su cálido y furtivo beso. Se sentía extrañamente eufórico. Llegó a su domicilio casi sin darse cuenta, como un autómata, y estuvo a punto de pasarse un hueco para aparcar, que milagrosamente estaba vacío a esas horas y casi con total seguridad sería el único en varios kilómetros a la redonda.

--"Michelle ma belle... na... na... nana..." --tarareo al tiempo que efectuaba las maniobras de estacionamiento.

Caminó despacio hacia el portal, recibiendo con cierto agrado sobre su cara la fría humedad que desprendía la neblina. Se paró en la puerta para sacar las llaves y, después de rebuscar en todos los bolsillos posibles llegó a la conclusión de que las había dejado en el cajón de la mesa del despacho. 

El inmueble constaba de dos plantas con una única vivienda en cada planta. Segré compró la de arriba después de divorciarse. En la vivienda de abajo vivía doña Julia.

Doña Julia era la propietaria del edificio. Una mujer menuda con el pelo corto teñido de color caoba a punto de cumplir los setenta, pero que se movía con ligereza y hacía gala de poseer un espíritu jovial envidiable. Era viuda y vivía con su pequeña y peluda Gina, una joven perrita Yorkshire Terrier a la que colmaba de atenciones rindiéndose a todos sus caprichos, a cambio de su cariñosa, desinteresada, y fiel compañía. 

Llamó al telefonillo de la entrada y esperó respuesta.

--¿Quién es..? --se escuchó.

--¡Soy Darìo, Julia..!

--Te abro...

Segré entró al amplio descansillo donde le esperaba doña Julia con la puerta entreabierta y haciendo una barrera con sus pies para no dejar escapar a Gina.

--Hola hijo...

--Buenas noches "mama Julia"...

Él encontró en doña Julia a alguien a quien ofrecer todo el afecto y ternura que no pudo dar a la madre que había perdido, y doña Julia le trataba con el mismo cariño que seguramente habría dispensado al hijo que nunca tuvo.

--Pasa rápido, que no se nos escape la leona... --bromeó doña Julia taponando alternativamente con los pies enfundados en unas zapatillas rosa de andar por casa los huecos por donde intentaba huir la revoltosa Gina hacia no se sabe qué incierto destino.

--¿Pero, ésta loca no se ha enterado todavía que donde mejor va a estar con el tiempo que hace ahí fuera es aquí en casa? --replicó Segré entrando en la casa de medio lado por la angosta abertura que quedaba entre la puerta y el marco.

--Seguro que si sale ahora mismo a la calle, no tarda ni medio segundo en volver a entrar temblando de frío y asustada. --aseguró doña Julia sonriendo--. ¡Ah..! Coge ya la copia de tus llaves... --dijo señalando hacia un llavero de pared con forma de llave antigua de madera, decorada en tonos beig sobre marrón y acabada en cera envejecida, del que colgaban varios juegos de llaves de unas escarpias plateadas.

--No se te vayan a olvidar éstas también... --añadió meneando la cabeza.

Segré descolgó un juego y se lo guardó en el bolsillo del chaquetón mientras Gina saltaba a sus pies dándole la bienvenida.

--Hola pequeña... --se agachó a acariciarla y la perrita se tumbó boca arriba durante tres segundos e inmediatamente salió corriendo hasta la cocina y regresó de nuevo dando ladridos de alegría-- ¡Creo que las he dejado en el cajón de la mesa del despacho! --dijo incorporándose de nuevo.

Tomó con cariño a doña Julia por las mejillas y la besó en la frente

--¿Cómo estás hoy mama Julia?

--¡Hijo... eso no se lo preguntes nunca a un viejo... --le agarró por las manos--. Podría pasarse las horas muertas contándote todos y cada uno de sus achaques... --se rieron.

--¿Que tal el día..? ¿Has cenado..? --doña Julia se encaminó hacia la cocina con Gina detrás.

--Pues ha sido un día bastante ajetreado. --se acercó a la mesa del comedor y arrastró hacia él una silla--. Demasiado ajetreado para ser exactos. --añadió sentándose--. Y luego he ido a tomar una copa. Ahora pensaba hacerme algo ligero para cenar.

--¿Solo..? --preguntó doña Julia desde la cocina.

--Sí, claro... ¿Con quién voy a cenar si no..? 

--Me refería, a que si has ido tú solo a tomar esa copa. --doña julia elevó la voz mientras trasteaba con los cacharros de la cocina.

--¡Ah..! No. Con una compañera. La secretaria del comisario.

--Acabo de hacer una riquísima lasaña de carne. Puedes llevarte un trozo en una tartera a tu casa, o nos la comemos aquí y celebramos la Navidad los dos juntitos. --sugirió doña Julia--. Tú eliges. --abrió el horno, y sacó una fuente de cristal con la apetitosa lasaña.

--Pues, si tengo que elegir entre cenar solo o en compañía de una mujer tan encantadora como tú... La elección, a no ser que el frío me haya congelado las neuronas, es de las menos comprometidas que he tenido nunca. ¿Pongo la mesa..?

Segré se llevó un primer trozo de lasaña a la boca.

--¡Ummm... está riquísima, te felicito! --observó mientras masticaba.

 Julia le echó vino en la copa.

--¿Y cómo has dicho que se llama la secretaria del comisario..? --preguntó haciéndose la despistada mientras llenaba también su copa.

--No lo he dicho. Se llama Michelle.

Doña Julia hizo un breve silencio mientras cogía con sus delgadas manos el cuchillo y el tenedor que flanqueaban el plato.

--Michelle... --masculló, y comenzó a cortar un pedazo de lasaña-- ¿Es extranjera? --cuestionó manteniendo la lasaña ya pinchada en el tenedor.

--Ella no. Pero el nombre es francés... --se limpió con la servilleta.

--Es bonito... Suena exótico. --asintió doña Julia llevándose a la boca el trozo de lasaña.

--A su madre la gustaban los Beatles y "Michelle" es el nombre de una canción suya.

--¿Quién..? --ella dejó de mascar y arrugó perpleja el gesto.

--Un grupo de pop inglés muy famoso.

--A mí no me saques de la copla y los boleros porque me pierdo. --se acercó la copa a los labios-- En todo caso, si se trata de mover el esqueleto, me puedo atrever con algo de salsa. --meneó la cintura sonriendo y dió un trago. 

Segré la imitó entre risas.

--¿Cómo es Michelle..? ¿Es guapa..? ¡Cuéntame..! -- le pidió con ojos de curiosidad.

Él sonrió ante la sospecha del aluvión de preguntas que se le venía encima.

--Es muy guapa... Y antes de que me lo preguntes y para ahorrarte tiempo, te diré que es divertida, de conversación amena, inteligente, valiente, sincera, visceral, soñadora, está separada y tiene un hijo de doce años... ¿Quieres saber algo más?

--Te gusta mucho ¿verdad hijo? --insinuó mirándole con cariño. 

--Digamos, que me gusta su compañía. --dijo sin ninguna convicción.

--¡Conmigo no finjas¡ --le regañó-- Sé leer tu mirada. Sé cuando estás bien, cuando estás mal y cuando estás muy bien, como ahora.

Segré bajó la cabeza hacia el plato, sabía que era imposible ocultarle nada.  Interrogando sospechosos no habría tenido precio. Doña Julia cortaba la lasaña pensativa.

--Quizás... --dijo levantando la mirada hacia él-- ...Que tenga un hijo sea el obstáculo que no te deja ir más allá. ¿Es ese el problema? --quiso saber.

--No, en absoluto, Lucas no influye en lo que siento por ella, no supondrá ningún... --se sorprendió a sí mismo a punto de reconocer lo que tanto le costaba admitir--. ¡Pero bueno..! ¿Por qué se ha empeñado todo el mundo en que tenemos que acabar juntos? --exclamó abrumado.

--¿Todo el mundo..? ¡Ja..! Recapacita. Todo el mundo es demasiada gente opinando lo mismo, y cuando a lo lejos se ven relámpagos es que se acerca una tormenta. Deberías aclarar lo que sientes hacia ella, y si tienes que plantearte una nueva forma de vida en el futuro, no lo dudes, mírame a mí, cuarenta años con el mismo hombre y sólo ha podido separarnos la muerte. Cuando logras dar con la persona adecuada... te puede hacer muy feliz querido. Yo, mirándote a los ojos lo tengo claro. Estás coladito por ella. --sentenció sonriendo.

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Published on e-Stories.org on 10/18/2019.

 
 

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