Maria Teresa Aláez García

En blanco

Durante dos días con esta hoja ha permanecido parapetada ante mí, en blanco. Dos días. Dos, dos días.  Dos días anónimos, perdidos entre otras letras, dibujos, fotos, libros, nervios, desazones… Dos días sin ti.

 

No me importa el tiempo que no he descansado. Ni siquiera el estómago reclama lo que es suyo. Si en algún momento realiza una pulsión, es por inercia. No por necesidad.

 

No me importa tampoco la desazón del pecho. El dolor, La angustia. Son procesos que se han de seguir en la vida, que han de existir y subsistir para que sepamos que todo no es siempre feliz y perfecto. Que es nuestro destino.  Que tenemos una deuda que pagar ante quienes son como nosotros y no sólo con palabras. También con hechos. “Obras son amores y no buenas razones.”

 

Pero sí me importa algo: no sentirte.

 

Quizás no te he sentido nunca. Será que me miento a mí misma y del resultado de esta mentira, sale un estímulo que me llega de ti y que espero volver a enviarte. Algo bueno  que me resisto a perder porque cuando lo pierdo… se vuelve todo blanco y aparece otro parapeto en forma de cuartilla.

 

Puede ser.

 

Es posible que continúes con tu vida, con tus silencios. Con tu melancolía, tu ordenador y tu música. Con tus paseos nocturnos, con tus risas maravillosas, con tu constante preguntar, con tu pesimismo existencial, con tus recuerdos, con tu café de madrugada y con tus bromas, con tu atención sin precedentes y tu ilusión repleta al ver esa  conexión tan esperada. Con tu crítica de lo visto y lo dejado de ver, tus presunciones y tus disparidades, con las imágenes que suben y bajan escaleras en tu mente y tu teclado, con tu  búsqueda de ti mismo y tu graciosa manera de perder la corriente,

 

Puede ser que nuestras vidas sigan dos derroteros paralelos y que nunca se encuentren.  Y  que un abismo separe esos derroteros, un abismo lleno de negros prejuicios,  imposibles nefastos,  alambradas sociales,  heridas que sangran lava corrosiva,  oscuridad sin fin y levantado en su entorno un mar de dudas, de desconciertos, expectativas distintas y fingidas donde se pierde la esperanza y el muro blanco se coloca de nuevo ante mis ojos.

 

Pero…

 

Las conjunciones adversativas también tienen su papel en este mundo y a menudo, son deliciosas.

 

Pero existen soluciones y si no existen, se piensan. Existe la esperanza y si no, se busca. Existe la lucha y si no, se provoca. Existe la revolución y si no, se convoca.  Y aún hoy con el corazón triste y duro como una piedra, temeroso, insalvable, algo hay que me hace pensar en ti.

 

En medio de una selva de incomodidades y amarguras, ví aparecer un candil y una llama. Y pensé, no sé por qué… “¿Qué estará haciendo ahora?” Nada, quizás dormir, leer, meditar o dejar llevar sus pensamientos a través de su almohada, hacia alguien que los recibirá con ansia o con cariño.

 

De repente el corazón se me llenó de ternura. Y sonrió.

 

Recordé  entonces que esta tarde fui al parque y vi el cielo. Un cielo de un azul como ninguno he contemplado en esta tierra. Un atardecer de colores firmes y sediciosos. Incluso entre las nubes, las borrascas que los problemas originan y las adversidades que la vida nos pone para que no nos aburramos. Estaba sentada en un banco de madera de color oscuro, arreglando algunas cosas en mi bolso y trató de esquivarme una sonrisa que tomaba una piruleta de limón y que se sintió un poco comprometida, puesto que para ella las piruletas se acabaron hace muchos años. Pero no hice caso de su travesura infantil sino de la alegría que me causaba su saludo y entonces, el embarazo desapareció como por ensalmo.

 

Charlamos y al seguir ella su camino, mi vista la acompañó y vi el cielo…

 

Y en el cielo, te vi. a ti…

 

Y fue tan profundo… tan profundo…

 

Tan profundo que hasta me ruboricé por mí misma. Cómo soy capaz de sacar a la luz del dia esos momentos que sólo pertenecen a ciertas horas de la noche..

 

Me quedé sin habla. Sin mente, Sin pensamiento.

 

Es que te vi… y no sé si sonreí y todo… Pero vamos, como miraba a la piruleta que seguía su camino, no se notó demasiado. Lo sé porque ella, sonriendo igualmente, me hizo un gesto cómplice de adiós con la mano y se marchó radiante. Sé que yo quedaba más alta que ella, que había bajado la rampa del parque y cruzaba la carretera.

 

Creo que eso no se me va a olvidar en la vida.

 

Pensándolo fríamente, creo que fue una imagen de mi cerebro cansado y mal alimentado que respondió a una necesidad vital de ser feliz.  Pero es que después, me sentí contenta, contentísima. Llena de luz, rica, inmensa dentro de mi pequeño corazón y su gran coraza. Sentí que las pequeñas cosas son las más caras y las más ricas y no les damos ningún valor. No sé, quizás fuera otro engaño de mi cerebro pero las escasas hojas de los árboles del parque parecían tener un color más intenso. Y el olor de la brisa marina era  más agradable. La arena que llegaba desde la playa era tierna, suave, no molestaba. Pensé en una vida tan sencilla, con tanto que tenemos en nuestro entorno y que no apreciamos… los colores de las casas, el Puig Campana tan imponente, la gente que se apresuraba en mi entorno, la Creueta, mirando el paso de los siglos en su falsa posición, mis manos suaves al contacto con la arena, el mercado tan blanco y algunas caras tan serias… contrastes. Solamente sin moverme de allí tenía para, seguramente, dos o tres años o más, temas de reflexión, de comprensión, de enriquecimiento gratuito y de muchas esperanzas.

 

Si eso es lo que me llega desde ti,  está claro que los abismos por muy insondables que sean, se pueden salvar de un modo u otro. Y que aunque en la realidad nunca una mano se coloque en el arrullo de la otra, hay otras sensaciones que enriquecen la existencia y dan a la vida un valor al alza.

 

Y si no es así, aunque esa ilusión fuera para otra persona… bendita sea la vida por permitirme saber que aún existe la felicidad y que tiene continuidad durante muchos, muchos años.

 

 

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Maria Teresa Aláez García.
Published on e-Stories.org on 01/16/2008.

 
 

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