Maria Teresa Aláez García

Sueños de ciudad 1

 
Y vi una casa enorme. Una casa sin fachada. Una casa con paredes pintadas únicamente de cal blanca. Con armarios empotrados de puertas de maderas nobles, con estantes vacíos y dispuestos para el orden de los objetos que se disponían y contenían por las mesas.
 
 La casa parecía tener ganas de ser llenada. Tenía colocado en un armario los juguetes, en otro armario otros utensilios de hacer deporte y hasta un espejo. Y todo me cabía.
 
 La vecina me miraba desde su casa enfrente de la mía. Otra casa sin fachada pero con un balcón de verja negra. La puerta no me dejaba ver su interior, oscuro. Ella era rubia, de pelo rizado. Estaba mucho más delgada. Llevaba un vestido azul oscuro y unas gafas modernas de pasta también del mismo color, que acentuaba su pálida piel y sus hermosos ojos. Su hermana estaba junto a ella. Y se me quedaba mirando fijamente a los ojos. Yo le preguntaba si estaba embarazada y ella asentía y me sentí inmensamente feliz por ella. Tanto que le dí toda la ropa que tenía preparada para otra persona, la cual no venía a buscarla ya hacía tiempo. De repente el vestido de la mujer se tornó negro con manga corta y con unos bordes blancos en las mangas, pero seguía estando embarazada.
 
 Entré a ver la casa. Yo llevaba mi chaquetón verde. De una habitación iba pasando a otra y a otra, todas colocadas de un modo desordenado pero todas con luz, despejadas, casi sin muebles, limpias, ordenadas. Me gustaba esa casa, me sentía bien en ella. Empecé a buscar y organizar los dormitorios, uno para cada uno. El salón, un cuarto de estar, una cocina, los baños. En esto que me acerco a una salita donde hay una enorme pila y suelo de terrazo de color dorado. Al otro lado de la pila, había una puerta de cristal y al salir de la puerta, una fuente redonda con dos pilas, que manaba agua de un modo artificial pero muy bello. El seto formaba recuadros rectangulares y dentro de cada uno había un árbol lloroso y un banco de listas de madera, para poder sentarse a leer y reflexionar. Todo estaba rodeado de un gran seto y de una puerta o pared gris con una verja negra en su borde. Por una vez vi claro lo que había detrás de esa pared, la cual conocía por pasear por el lado opuesto sin saber lo que tenía oculto. Y todo era tan bello, tan bello....
 
 Y al pedir cuánto me cobrarían por el alquiler, se me advirtió de que no la podría comprar ni pagar, era caro. Además si la usaba, tendría que compartirla con visitantes que eran alternativos pero venían asiduamente a la casa: en concreto unos maestros que habían dejado allí papel de seda, cartulina, mapas, un poco de lío. Me quedé decepcionada pero pensé en luchar por aquel jardín, por aquella puerta, por aquella casa....
 
 En este momento, mi hijo me despertó y me dijo: "mamá, ha salido el sol, mira los rayitos" moviendo sus dedos y sus manos alternativamente.
 
 Ayer, por fin, me dejaron entrar. Me abrieron la puerta.
 
 La verdad es que yo tenía un miedo intenso. Sentía curiosidad pero también miedo, aunque me arriesgué.
 
 No conocía a ninguna de aquellas personas que iban vestidas de blanco y me permitían la entrada. Pero preferí tomar fuerzas de mí misma y vencerme para lograr alcanzar algo, llegar a algún sitio, aunque no sabía exactamente dónde.
 
 Me encontraba en lo alto de una gran escalera con baranda de madera, con baranda de esas de barras que tienen forma de pequeñas columnas. Las paredes eran de color gris, aunque al pasar por la puerta, todo estaba oscuro y dentro, la escalera iniciaba su descenso en espiral, en el caracol de mi oído o en el ciclo final de mi vida.
 
 Mientras iba caminando, había otras puertas por el camino, unas abiertas y otras cerradas. Ahora que había perdido el miedo, quería ir a consultarlas todas, quería ver qué tenía escondido por ahí, pero no pude. Algo me hacía ir descendiendo.
 
 En el centro de la espiral, una luz potente, amarillenta, un núcleo de fuego. Un brillo pero de luz falsa, de luz eléctrica. No era un sol, aunque sólo la curiosidad me llevó al descenso de la escalera o... hasta la mitad.
 
 Ayer, ya despierta, vi una película llamada "El cazador de sueños", basada en la misma obra, de Stephen King. En un momento dado, uno de los protagonistas, en su cerebro, esconde una carta, una información, en lo más profundo de su ser. Y ahí estaba la escalera, la luz amarilla y artificial y quizás... ahí encuentre alguna solución a alguno de mis problemas.
 
 (c) María Teresa Aláez García.

 

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Published on e-Stories.org on 08/30/2008.

 
 

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