Pablo Armas Brito

Farensis: Historias de ÜaT

La muerte del rey Quiternus es un alivio para todo el pueblo de Borgduás. Ahora, el comandante de la guardia Solano, Zärven, se encarga de dirigir la ciudad junto al Consejo.
Han pasado dos años desde que el mismísimo dios Üjiel entrara a palacio y se llevara la esencia del bien, dada por Zärven, aunque estuviera poseído.
Por ello, no ha parado en estos últimos años en encontrar un lugar donde guardar la última esencia de las garras de Üjiel.
Perdón, no me he presentado. Me llamo Farensis, y soy investigador de la guardia Solano. El mejor de todo el reino. De este reino sin rey.
He sido llamado por el comandante solano para arreglar ciertos asuntos que conciernen a la ciudad.
Camino en dirección al palacio, admirando los bellos parajes de este lugar, asolados por la guerra.
Ah, no os he comentado. La ciudad está en completa ruina. Sólo queda en pie el palacio y la catedral. El resto de edificios yacen bajo tierra. Es por ello que Zärven llevó a los supervivientes al sur, donde se construyó una ciudad. El Complejo Villamar. Es sólo provisional, hasta que la ciudad sea reconstruida. Pero pasarán muchos años. Creo que yo no lo veré.
Por el trayecto dos niños se tropiezan conmigo.
 Vaya, chicos deberíais tener más cuidado. Este lugar no es para jugar, volved a casa.
 Lo sentimos mucho señor.
 ¡Anda! Pero si eres el pequeño Varius, y tu hermana también está contigo. ¿Qué tal os va?
 Nuestro primo Zärven nos cuida muy bien, y su novia también – Habló la pequeña Nura.
 Me alegro por vosotros chicos. Venid conmigo al palacio.
 Vale.
Los pobres perdieron a sus padres en la reconquista de Borgduás. Ahora es Zärven quien los cuida. Para ellos dos, el comandante es la única familia que les queda.
Varius es un chico que se preocupa por todos. Sean amigos o enemigos. Pero Nura, es indefensa, apenada y siempre parece triste.
La chica ha sufrido mucho, y por ello siempre cuenta con el apoyo de su hermano, que la defiende ante todo.
Arribamos al palacio. El lugar había perdido todo su esplendor de antaño. Ni siquiera el dorado característico del edificio brillaba con los rayos del sol.
Nos adentramos en el palacio, donde la guardia solano nos llevó ante Zärven. El chico tenía en sus manos un reino que gobernar, y aunque era bueno en ello, necesitaba más tiempo libre para él.
 Chicos – Me dirigí a los hermanos – ¿Por qué no vais a la entrada y me decís cuantos escalones hay en todo el edificio?
 Vale. Yo los contaré antes que Nura.
Con esto los mantendría entretenidos durante un rato.
Me acerqué a la reunión que se estaba manteniendo entre Zärven, el Consejo y Linda, la general de la guardia Solano.
 ¡No! – Reprendió ella.
 Entonces debemos de esperar una guerra civil. Ellos tienen los pueblos de Ferrata y Garata en sus dominios.
 Y éstos nos pertenecen a nosotros.
 Pero les seguirán a ellos.
Me arrimé a uno del consejo.
 Qué estamos debatiendo.
 La familia de Quiternus reclama el trono del reino.
 ¿El rey tenía familia?
 Son lejanos, pero merecedores del trono. Sin embargo, ellos son unos déspotas arrogantes que sólo quieren reinar para presumir ante los demás.
 Entiendo.
Linda salió enfadada de allí. Zärven me llamó.
 Farensis, me alegra tenerte aquí.
 Siempre a sus órdenes señor.
 Y tan servicial como siempre. Escúchame, tenemos un gran problema.
 Ya me lo han explicado.
 No sólo se trata de eso. No podemos dejar la esencia aquí. Si Üjiel regresa acabará con todo este mundo, pues entonces tendría los tres orbes con él.
 Qué sugiere señor – Arrugué la frente tal y como lo hizo el comandante.
 Llevarla a los confines del mundo.
 No sabemos que hay más allá.
 Haiga lo que haiga estará más seguro que aquí. Quiero que cojas un barco y a un puñado de hombres y recorras el mundo en busca de un lugar donde dejar la esencia.
 Así lo haré señor.
 Que Alinda esté contigo y con tus hombres.
Luego, marchó a sus aposentos a descansar.
Ya habían pasado tres días de aquello y me disponía a partir. Muchos lugareños se acercaron al lugar para despedir a sus hombres. Los dos hermanos vinieron junto a su primo.
 Farensis, tráeme un regalo de allá a donde vayas.
 No puedo asegurar que vuelva con vida – Los chicos se entristecieron – Pero incluso si estoy muerto vendré para traeros ese regalo – Sonreí y ellos también.
Subí abordo y pusimos rumbo a lo desconocido.
Fuéramos por donde fuéramos llegaríamos al mismo lugar, pues este planeta era redondo y no había mucho por donde perderse.
Lo único que recé a la diosa fue que tuviéramos un viaje apacible.
Pasaron dos semanas en alta mar y no había indicios de tierra a la vista. Yo comencé a escribir un diario. En el libro relataba todos los encuentros maravillosos que habíamos tenido.
A los tres días de zarpar nos acompañó un Tora. Un animal enorme, pacífico, y digno de los relatos mitológicos más maravillosos. Una especie de serpiente marina gigante, acorazada por sus escamas y con dos colas partiendo de un mismo sitio.
Dos días después pudimos avistar una pequeña isla, pero nada del otro mundo.
A la siguiente jornada nos enfrentamos a una dura tormenta. Pero nuestros barcos están preparados para soportar esa clase de climas.
Y así hasta este día. El día en que anoté en mi diario que habíamos encontrado una gran masa de tierra.
Desembarcamos en el misterioso lugar, plagado de árboles gigantes y plantas que tenían vida propia.
No nos acercamos por miedo a lo que ocurriera.
Estaba claro de que ese lugar apenas estaba habitado por seres racionales como nosotros. Y digo apenas porque hubo una columna de humo que nos alertó y enseguida fuimos a comprobarlo.
Sí, se trataba de un poblado de lugareños. No, no nos recibieron de buenas maneras.
Nuestras amenazantes armas los alertaron y cambiaron a una postura hostil.
Intenté explicarles que no tratábamos de matarlos pero no entendía nuestro idioma. Por ello tuve que hacer una arriesgada acción. Ordené a mis hombres que tiraran las armas. Al parecer, esto fue un signo de rendición por parte de ellos, y su líder se atrevió a concederme una entrevista.
De mala manera le expliqué que sólo estábamos de viaje.
Pasé meses e enseñándoles quienes éramos, y por fin entendieron todo.
Dejé a unos cuantos hombres allí y regresé a Borgduás. Tardamos otras dos semanas en llegar, pero nuestro regreso se celebró por todo lo alto.
Zärven quería reunirse conmigo de inmediato y eso hice.
Sentado junto al Consejo me tocó explicarle todo lo que habíamos visto. Todos quedaron estupefactos.
 Este nuevo continente será perfecto para guardar la esencia.
 Mi señor – Dijo uno del Consejo – Antes deberíamos asegurar la zona, y enseñar a los lugareños nuestras maneras. Eso puede tardar años.
 Tienes razón. Además, aún tenemos el asunto del enfrentamiento con los familiares de Quiternus.
 Debemos pensar algo rápido – Habló otro.
 Id a este nuevo lugar y asegurad la zona. Enseñadles a esos nativos que venimos para asegurar una alianza y proporcionadles alimento y buen cobijo. Da igual cuanto tardemos, lo prioritario es la esencia.
 Así se hará señor – Asentí.
Los dejé debatiendo sobre otras cuestiones. Me parecía que iba a hacer unos cuantos viajes a este nuevo lugar. Y eso que el mar no era precisamente un gran amigo mío.
Cuando salí del palacio me encontré con los dos chicos, que estaban plantando pequeños árboles junto a otros ciudadanos.
Se acercaron a mí corriendo.
 Has vuelto Farensis – Se alegró Varius.
 Sí, y adivina que tengo para ti – Abrí una pequeña bolsa que colgaba de mi cintura y saqué una especie de amuleto de madera – Esto me lo regalaron en ese nuevo continente. Espero que te guste.
 Sí, muchas gracias Farensis.
 Y para ti – Me dirigí a Nura – Te obsequio con esta flor que recogí. Plántala donde más te guste y espero que la admires siempre que puedas.
 Gracias – Dijo recogiendo la flor con sus frías manos.
 Disfrutad chicos.
Los dos fueron velozmente a disfrutar de sus regalos. Me sentía contento por ayudar a esos dos chavales. Sobre todo a Nura, siempre tan oscura y apenada.
Así fue como yo descubrí un nuevo continente. Un lugar para guardar la esencia del dios Tar y alejarla lo más posible de Üjiel.

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Pablo Armas Brito.
Published on e-Stories.org on 04/06/2012.

 
 

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