Jose Luis Bello Arroyo

EL HOMBRE DE NEGRO, UNA HISTORIA CASI IMPOSIBLE

      Soy  un  apasionado de la lectura y me apasiona sobremanera
los libros sobre lo oculto y el esoterismo, pues bien esta historia que voy a
narrar, por lo irreal de la misma es eso “UNA HISTORIA CASI IMPOSIBLE”.

 
       Parece
ser que el tipo en cuestión fue enterrador del Cementerio de Ciriego, muy
próximo a la capital Cantabra, este dato no tendría ninguna relevancia si no
fuera porque  el cargo lo  ocupo a principios de mil novecientos,  habiendo sido visto por última vez en día 2
de junio de 1917, por el barrio chino de Santander, día este en  que apareció asesinada una joven prostituta  con 27 
cuchilladas a parte de numerosas mutilaciones que no voy a relatar por
lo crueles de las mismas, por este motivo se barajaron muchas  hipótesis y conjeturas, entre otras la que el
posible asesino fuera el propio enterrador muy dado a usar el servicio de estas
mujeres y en particular el de la joven asesinada, creciendo estas ante el hecho
 que no asistiera a su trabajo al día siguiente
del asesinato, día este en que se iba a proceder al entierro de la joven, y  que fue necesario contratar a un obrero de una
localidad cercana  para que sustituyera
al  enterrador,  pero antes de entrar en detalles empecemos a
analizar la figura del llamado hombre de negro.

 
        Repatriado,
Segundo fijo su residencia en la capital cantabra, acogido por unos tíos suyos
llamados Carlos Ruiz y Evarista Abascal habiendo sido esta nodriza de una
acaudalada familia madrileña, por esa fecha D. Carlos ocupaba el cargo de  enterrador del Cementerio del Ciriego, y es
aquí donde empieza la historia del  “hombre
de negro”.

 
        Como
ya apuntaba antes, Segundo era muy aficionado a demandar los servicios de  prostitutas y en especial los de la joven
asesinada, llegando a contraer la sífilis, la cual no pudo curar pese a los
tratamientos de la época, lo que le llevo a cambiar su carácter, que paso de
ser  afable  a ser bronco y malhumorado, bebía con
desmesura, llevándole  esta situación a
mas de una pelea, terminado en los calabozos, de ahí la conjetura de que fuera
el posible asesino.
Me cuenta Calixto Cobo Arredondo -que le conoció
cuando ambos eran barquilleros en Paris-, que el 13 de febrero de 1941, tres días
antes del incendio que asolo la capital cantabra, lo vio  por la zona Isabel II y la calle Cádiz,
apresurándose a saludarse, este con paso rápido y sin atender a las llamadas de
su  amigo, desapareció.

 
      Las
casas en aquella época, utilizaban mayoritariamente las cocinas de carbón para
las tareas domésticas y no resultaba extraño que, en ocasiones, las chimeneas
desprendieran chispas de la combustión. Una de estas chimeneas fue el origen
del incendio en un inmueble de la calle Cádiz que se vio avivado rápidamente
por el viento.

 
      La
única nota positiva fue la ausencia de víctimas mortales, a pesar de la
magnitud del incendio.

 
       La
galerna del 7 de junio de 1987, hace ahora poco más de veintidós años, mi
cuñado tuvo la oportunidad de ser testigo en Santander de uno de estos
dramáticos e inesperados temporales. Fue el domingo 7 de junio de 1987, en las
primeras horas de una tarde asurada y bochornosa, en la que, tras una repentina
virazón del viento sur al noroeste, sobrevino una lluvia arrasadora y
torrencial. La temperatura descendió bruscamente diez o doce grados y el cielo
se desplomó en un paredón de nubes galopantes, casi negras, que enmarcaron al
mar súbitamente cubierto de blancas espumas. Era domingo y había mucha gente en
la playa. Alguien gritó ¡galerna! y
la palabra maldita movilizó a cientos de personas, que corrimos despavoridas en
busca de asubiadero. Llovía horizontalmente, como si la cortina de agua no cayera
de las nubes y se trasladara, empapando y arrastrando cuanto encontraba a su
paso. Hasta aquel momento no había percibido la dimensión trágica que tiene una
galerna, ni sabía del terror que su presencia produce y como en el  caso anterior precedida por de la aparición
del enigmático  “hombre de negro”, por  los jardines de Piquio, junto a las
playas del Sardinero, tal y como atestiguan varias personas a las que
llamo  poderosamente la atención su
vestimenta,  íntegramente de negro y con
ropa de otra época y nada veraniega para la época del año en que  se encontraba.

 
      Que
será lo siguiente, pues como relate al principio lo vi deambular por las calles
de Santander, en fechas recientes, esperemos que esto solo sea una historia casi
imposible e irreal, fruto de la imaginación y de la inventiva y que hemos
disfrutado durante unos días tanto mi cuñado como yo, terminando la
historia  escribiendo  este relato.  

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Jose Luis Bello Arroyo.
Published on e-Stories.org on 06/15/2012.

 
 

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